Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia), también podría ser la virtud de la inesperada sorpresa, en cuanto a que, por mucho que esté detrás Alejandro González Iñárritu, cuyas películas iban perdiendo fuerza y capacidad de sorpresa en los últimos años, y que cuente con un reparto que, por fama y talento, podría ser la envidia de la mayoría de los títulos estrenados en los últimos años, ninguno nos íbamos a esperar una película así.
Esto es cierto, Birdman recupera esa virtud que Iñárritu de alcanzar tanto protagonismo detrás de las cámaras como los que están delante, pero sin abusar ni molestar. Tal vez sea su labor como director la más atrevida de las películas candidatas a los Oscar de este año y de los últimos, y es que, aunque no haya una historia verdaderamente golpeadora, y sean los actores los que nos vaya despertando inicialmente la curiosidad, al final es como si fuéramos corriendo detrás de Iñárritu, con muchas ganas de seguirle. Y aunque parezca que es él quien tiene prisa por ir contándonoslo todo, tal vez seamos nosotros los que tenemos curiosidad por seguir adelante.
A mí me gusta que me hagan sentir curiosidad, y me gusta que me hagan estar pendiente de todo en la pantalla, aunque es una labor muy complicada para ambas partes, la de mostrar en su justa medida y la de atender a todo sin perder comba. Y, en su justa medida, vamos conviviendo con Birdman, vamos conociendo sus miserias y sus virtudes, y vamos conociendo lo que se construye y lo que se destruye a su alrededor.
No imaginábamos que Michael Keaton pudiera dar tanto como protagonista. O sí, tal vez lo imaginábamos pero pensábamos que nunca le iba a llegar la oportunidad, que ésta ya le había pasado hacía al menos dos décadas y que hoy es el momento de otros. ¿Estoy hablando de Keaton o de Birdman? Da igual, ahora son lo mismo, y nunca querré saber dónde empieza uno y dónde acaba otro.
Por ahí también anda Edward Norton, del que tanto imaginamos, porque tanto hemos visto, y ya no podemos esperar, por alguna razón, salvo que se dé una situación como ésta: que le den un papel en el que se sienta a gusto y tal vez, quién sabe, se interprete a sí mismo de igual manera. No es esto para restarle méritos, que ya sabemos de qué es capaz y extraña que aún no se haya llevado alguna estatuilla. Lo malo es que no extrañaría tampoco que no se lo llevara en esta ocasión.
Y ¿qué decir de Emma Stone? Poco a poco vamos dejando a esa chica postadolescente con una cara bonita para descubrir a una actriz capaz de atreverse a cosas tan serias como ésta, dándolo todo y nosotros que lo cogemos, porque ser la hija de Birdman no tiene que ser fácil, ni en la vida real ni en la ficción.
No se queda ahí la cosa: Naomi Watts, Zach Galifianakis, Amy Ryan… ¿Qué pasa, que todos lo hacen bien? Seguramente sí, aunque tal vez alguien nos esté engañando, y nos enseñe siempre el perfil bueno, o lo ilumine todo de alguna manera que resalten las virtudes, o algo salte por los aires y nos asuste o haya una música que nos hipnotice sin darnos cuenta y nos dejemos llevar… No, espera, eso no. Porque el batería está ahí dale que te dale y nosotros lo vemos. ¿Y eso por qué?
Las respuestas las tiene el de siempre en esta ocasión. El que decide, el que lleva, el que maneja y el que dirige.
Aún no se sabe cuánto será el reconocimiento que obtendrá Birdman de la Academia. Aún no se sabe si Birdman pasará a engrosar el palmarés más glorioso del cine comercial y relacionado con los grandes estudios. Lo que se sabe es que, tan valiente como Birdman, el personaje, es Birdman, la película. Y si las cosas del cine son justas en el tiempo, tenga Oscar o no, Birdman envejecerá tan bien como Birdman, o como Keaton. Da igual.
Deja una respuesta