Hoy quiero hablar de Blue Collar, la primera película de Paul Schrader como director. Un tipo que ya llevaba varios años de éxito como guionista. Mejor dicho, llevaba ya varios años como guionista de éxito. Y eso le abrió las puertas para embarcarse en proyectos más ambiciosos, como eran los de ponerse a dirigir, una tarea que puede dar mucha más visibilidad y reconocimiento, pero que también supone una gran responsabilidad.
Para su primer proyecto, no se achicó y decidió abordar un tema controvertido. Por eso, Blue Collar no trata simplemente de los problemas económicos y sociales de los obreros de los años 70 en Estados Unidos. Apunta directamente al corazón de la polémica en aquellos días y sacude a lo más corrupto de los sindicatos. Pero esto lo voy a ir explicando a lo largo del artículo. Esto y mucho más, porque creo que Blue Collar tiene unas cuantas cosas que merecen la pena.
¿De qué va Blue Collar?
Blue Collar nos cuenta la historia de tres trabajadores de una fábrica de coches en Detroit. Además, se sitúa en la misma época en la que se rodaba, por lo que el escenario temporal y geográfico no puede ser más molón. Detroit, que ahora es una ciudad prácticamente intratable, ya era de aquella una urbe dura para vivir y trabajar. Es cierto que, durante décadas, esa zona de Estados Unidos había sido un motor económico, y nunca mejor dicho. De ahí viene su mote de Motor Town y, posteriormente, el nombre del género musical que nació en la misma Detroit, el Motown.
Esos tres trabajadores, Zeke, Jerry y Smokey, interpretados por Richard Pryor, Harvey Keitel y Yaphet Kotto, están hartos de las duras condiciones de trabajo y, sobre todo, del poco caso que hace el sindicato al que pertenecen. Así que, en una especie de acto de justicia, deciden robar en la oficina del sindicato para hacerse con el dinero que creen que les pertenece. Y aquí es donde empieza la movida, porque lo que consiguen es destapar una caja llena de sorpresas.
Blue Collar: una crítica social tan histórica como atemporal
Los temas que aborda Paul Schrader en Blue Collar eran de enorme relevancia en su época. Los años setenta fueron años muy duros en términos económicos para la gran mayoría de países. Fue la resaca de la crisis del petróleo y muchas de las grandes economías tuvieron que hacer duros ajustes que repercutieron, como suele suceder, en las clases más débiles.
En Estados Unidos hubo zonas en las que se pasó mejor y peor. Una de las más duras y que más complicaciones conllevó a la economía del país, y diría incluso que a niveles internacionales, fue la situación en Detroit. La industria automovilística de esta ciudad era muy importante y los conflictos laborales que allí se produjeron eran un ejemplo perfecto para reflejar esta situación en forma de película.
El más importante de los temas que denuncia Blue Collar es la corrupción sindical. Los protagonistas pertenecen a un sindicato que, en realidad, tiene más interés en enriquecerse que en luchar por el bienestar de sus miembros. Y esto es lo que detona la acción de los protagonistas. Esto es, definitivamente, lo que provoca que veamos esos músculos magros de Richard Pryor sacudirse como si fuera un boxeador de peso pluma, y nos hace flipar por la lejanía de las comedias habituales que lo hicieron tan famoso.
Pero ni mucho menos esto es lo único. Cuando vemos Blue Collar, estamos viendo los hogares de los protagonistas luchando por llegar a fin de mes, incluso cuando su trabajo es tan exigente en términos físicos y de horarios. Y Schrader no se corta a la hora de mostrar el contraste que hay entre los trabajadores y sus jefes. No quiero decir, ni desmentir, que no fuera el caso, pero sí que es un modo muy potente en términos cinematográficos de dar coherencia al conflicto que se pretende mostrar.
La desigualdad económica parece algo incorregible. Al menos, no se han visto progresos en las últimas décadas. No sé qué decir sobre los prejuicios y tensiones raciales que también esboza Blue Collar. Porque sin duda sigue siendo un tema controvertido pero en el que, al menos en el sentido de la denuncia, sí que se ha avanzado con respecto a lo que sucedía hace medio siglo.
El impacto social de Blue Collar
Más allá de lo que supuso su éxito entre la crítica y el público, Blue Collar fue importante porque abordó temas que no se solían mostrar en la pantalla, ni en la grande ni en la pequeña. Y mucho menos en lo que se refiere al cine, digamos, comercial. Porque no se puede decir que Blue Collar sea una película independiente o fuera del circuito más mercantilista.
Su retrato de la corrupción sindical tuvo un punto audaz y también controvertido. Los sindicatos, como sigue sucediendo actualmente, resultan intocables para determinados sectores de la sociedad y esto hace que cualquier crítica que se haga hacia sus labores sea considerada falaz o, al menos, injusta.
También ayudó que los protagonistas de Blue Collar fueran actores relevantes. Richard Pryor tuvo aquí su consagración como actor serio y esto sirvió para que muchos otros intérpretes que se consideraban encasillados en papeles cómicos pudieran o se atrevieran a dar el salto a papeles de los que se catalogan como serios.
Recepción y crítica de Blue Collar
Cuando Blue Collar se estrenó en 1978, no se puede decir que fuera un bombazo en las salas. Es cierto que el reparto y la dirección eran atractivos, pero solo relativamente. El gran público estaba más pendiente de estrenos mucho más comerciales, estilo Star Wars o Superman, Blue Collar apenas recuperó en taquilla el presupuesto de 6 millones que había costado.
La crítica de Blue Collar tampoco fue rompedora en los medios especializados y las opiniones estuvieron bastante repartidas. Lo que sí fue unánime fue el reconocimiento a su valentía a la hora de lanzar un mensaje de denuncia social tan directo, sobre todo contra unas organizaciones que, como los sindicatos, gozaban de mucho poder en Estados Unidos.
Pero, con el paso de los años, Blue Collar se ha ido ganando un mayor respeto por parte del público. La película ha envejecido bien, aunque se mantiene con esa imagen tan propia del cine de denuncia social de hace medio siglo. Pero el ritmo sigue funcionando y, sobre todo, el mensaje de denuncia tiene la altura suficiente como para permanecer en el tiempo.
De hecho, al no ser una película tan recordada en la actualidad, ese prestigio cinéfilo que atesora la ha convertido en una película de culto, y no son pocas las alabanzas que recibe de los aficionados que la descubren casi por sorpresa.
Y tú, ¿has visto ya Blue Collar? Si es así, me gustaría que me contaras qué te parece. Puedes hacerlo en la sección de comentarios o a través de mi cuenta de Twitter. Y, en el caso de que aún no la hayas visto, te la recomiendo mucho, sobre todo si ya te han gustado otras películas escritas o dirigidas por Paul Schrader.
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