bola de fuego

Bola de fuego

Bola de fuego (Ball of fire) es una de las mejores comedias románticas que jamás se han filmado. Casi ocho décadas después de su estreno, se mantiene fresca como un adolescente en verano y profunda como un pensador en invierno.

Estas facetas, a priori incompatibles, son las que nos brindan un planteamiento muy interesante, personificadas por sus personajes protagonistas: el profesor Potts (interpretado por Gary Cooper) y, sobre todo, la cantante Katherine «Sugarpuss» O’Shea (Barbara Stanwyck).

Pero más allá del atractivo de esos personajes opuestos, la película conserva toda esa gracia por muchos más motivos que, principalmente, encuentro en la dirección de Howard Hawks y, sobre todo, en ese magnífico guion de Billy Wilder y Charles Brackett.

¿De qué va Bola de fuego?

En el Nueva York de los años 40, un grupo de sabios convive y trabaja en la elaboración de una enciclopedia cuyo objetivo sea el de compilar todo el saber humano. Tienen un tipo de vida bastante monacal, centrado en el estudio y en el aislamiento, y solo el más joven de ellos, el lingüista Bertram Potts, se aventura en una salida al exterior para profundizar en sus investigaciones sobre el lenguaje moderno.

Así, se encuentra con una cantante de un club nocturno a la que llaman Sugarpuss, quien le sorprende por su manera de comportarse y, sobre todo, por su vocabulario, lleno de modismos y palabras que Potts nunca había oído. El inocente y educado profesor le pide ayuda para proseguir en sus estudios sobre la lengua, pero ella, en un principio, no accede a su propuesta.

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A su vez, Sugarpuss es la novia de un mafioso llamado Joe Lilac (Dana Andrews), al que persigue la policía y que, por este motivo, anda buscando a la chica para interrogarla. La única escapatoria de Sugarpuss es aceptar la oferta de Potts y, a continuación, arreglárselas para pernoctar en la gran casa en la que viven y trabajan los profesores.

Aquí se produce un choque de trenes, ya que la moderna visión de la vida de la cantante es absolutamente opuesta a la que conciben estos aplicados investigadores. Esto se soluciona rápidamente, porque Sugarpuss es como una bola de fuego, que arrasa contra todos los prejuicios de los introvertidos señores.

El problema real surgirá cuando Lilac aparezca de nuevo para contraer matrimonio con ella y, así, evitar que declare contra él en un juicio que se va a celebrar próximamente.

Bola de fuego y el cuento de Blancanieves y los siete enanitos

Se suele decir que ya está todo escrito, o inventado, y que las nuevas historias, tanto en obras escritas como en obras audiovisuales, son meras mezclas y adaptaciones de aquellas.

En Bola de fuego, esto es bastante evidente. Nadie puede negar, ni nadie quiso esconder, que su planteamiento se basa en el cuento clásico de Blancanieves y los siete enanitos. En este caso, además, el guion definitivo que firmaron la frecuente pareja Wilder y Brackett, se basaba en un pequeño relato que el primero había escrito en sus años en Europa y que, más tarde, Thomas Monroe le ayudó a adaptar para el público americano.

Lo que me interesa de esto es que, partiendo de un modo tan evidente de un planteamiento tan bueno como éste, no siempre es fácil conseguir una historia defendible y, mucho menos, una película brillante.

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El mérito aquí es, principalmente, de Wilder, cuyos esfuerzos en escribir para la gran pantalla se veían muchas veces mutilados por los grandes estudios y, para Bola de fuego, estaba convencido de que podía conseguir una gran película. Finalmente, accedió a que un ya consagrado Howard Hawks la dirigiera, a cambio de poder estar presente y atento, cual alumno aventajado, en todas las labores de dirección.

La dirección, punto clave de su éxito

A pesar de que hoy ya es considerada un clásico de las screwball, o comedias románticas, Bola de fuego apareció justo en el momento en el que el género ya empezaba a dar sus últimas boqueadas.

No es que, a lo largo de los años 40 dejaran de estrenarse comedias románticas clásicas, para nada. Lo que quiero decir es que el género ya había dado todo lo que podía ofrecer y ninguna de las películas del género producidas a posteriori iban a superar u ofrecer algo nuevo.

Las comedias románticas irían evolucionando en los siguientes años, introduciendo aspectos un poco más profundos, haciéndose más complejas y, consecuentemente, llegando a abordar temas de su actualidad de un modo más serio, convirtiéndose en comedias dramáticas o dramedias.

El enfoque de Howard Hawks, casi veterano ya en las labores detrás de las cámaras, tuvo aspectos muy acertados. Para empezar, conseguir que unos tipos raros, cuyo único interés eran los libros, nos resultaran simpáticos, es un punto muy bueno. Estos eran como los que ahora llamamos nerds, pero aquí les acabamos teniendo mucho más cariño, no simple compasión, como sucede en las películas modernas.

Hay otras cosas en las que la mano de Hawks también se agradece. Su saber hacer a la hora de romper el ritmo cómico con momentos de más tensión hace que esta película no se quede en una simple sucesión de momentos graciosos, sino que adquiera una altura mayor y, a la vez, atrape al espectador con incógnitas sobre cómo se resuelven las situaciones.

Uno de los recursos que tan bien funcionaban era el de reducir el número de escenarios. Resultaba más fácil implicar a los espectadores en las historias cuando estas acontecen en lugares familiares, y así es aquí, donde Hawks decide situar toda la película en localizaciones muy limitadas, con exteriores excepcionales y largas secuencias en la casa de los profesores.

La mayor complicación que podía tener Bola de fuego, y que Hawks supo resolver muy bien, era que su historia no cayera en algo más vulgar. Una comedia en la que una cantante libertina seduce a un culto profesor universitario que vive en comuna con otros semejantes es proclive a resultar chabacana, incluso soez.

El modo de conducir la historia de Hawks, a la par que la sutil interpretación de Stanwyck, aleja esa posibilidad y nos aporta una comedia elegante, con situaciones que nunca pierden el tono y el estilo, sino que sorprenden por su bonita puesta en escena. Son todo resoluciones con clase ante conflictos que muchos resolverían con brocha gorda.

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El reparto de Bola de fuego

Para muchos, tanto el guion como la dirección pueden pasar más desapercibidos en Bola de fuego si nos atenemos al impacto en pantalla. Resulta innegable que la potencia de la pareja protagonista es implacable. No solo por la fuerza que consigue impregnar cada uno de ellos, y a su manera, sino por la química tan bonita que tienen entre sí.

Cooper y Stanwyck eran ya actores consolidados y no suponían ninguna sorpresa para el público general. Pero esto no evita que apreciemos y agradezcamos su magnífica elaboración de dos personajes casi opuestos a lo que se mantiene en el imaginario colectivo sobre sus rostros.

Gary Cooper encarna aquí un papel, el del profesor Potts, que muchos podrían pensar que estaba hecho para Cary Grant. Pero no se echa de menos al actor inglés y, al contrario, se agradece la honestidad con la que Cooper representa un personaje tímido y tierno, al que sí se puede observar de un modo más viril al final.

El personaje de Stanwyck me parece, si cabe, más importante. Se aleja del rol femenino clásico en las comedias románticas para traernos a una mujer muy moderna e independiente que, en algunos aspectos, deja vislumbrar un deje de femme fatal muy atractivo. En conjunto, un personaje muy entrañable del que todos nos podríamos enamorar, así que ninguna crítica en este sentido a Potts ni al resto de profesores por dejarse seducir.

Como nota curiosa, cabe añadir que el personaje de Sugarpuss también fue ofrecido a otras actrices, como Carole Lombard y Ginger Rogers, pero ambas lo declinaron porque no les gustaba el guion. En el caso de Lucille Ball, sí que estaba conforme, pero fue Gary Cooper el que recomendó contratar a Barbara Stanwyck. Doy esta elección como muy acertada porque, la verdad, me cuesta mucho imaginar este personaje interpretado por otras actrices.

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Recepción y crítica de Bola de fuego

Bola de fuego contaba con todas las papeletas para triunfar en taquilla. A un sólido guion y nombres potentes en la dirección y reparto, se le añadía la fuerza de Samuel Goldwyn en la producción.

Y así fue. La audiencia respondió muy positivamente y gran parte de la crítica también lo hizo. En términos económicos, se puede decir que fue todo un éxito, mientras que la prensa generalista y especializada también la valoró positivamente en su mayoría.

En la actualidad, sigue siendo una de las comedias sofisticadas más apreciadas por los amantes del cine clásico y la puedo recomendar sin ningún pudor a prácticamente todos los públicos. A pesar de haber pasado tanto tiempo desde su estreno, se ve con mucha facilidad y los conflictos se entienden con mucha complicidad. Y esto es lo que hace de ella una película muy grande.

Otras películas similares o relacionadas con Bola de fuego

Como dije al comienzo de este texto, Bola de fuego puede considerarse como una de las últimas comedias screwball, al menos de las que se incluyen como importantes normalmente. En su día, hice una lista en la que, curiosamente, no la incluí. Pero si quieres echarle un vistazo para descubrir más títulos del género, aquí tienes las que en su día recogí como mejores comedias sofisticadas.

Entre ellas, me gustaría destacar otra de las que también escribí en su día: Ninotchka, que tiene bastantes similitudes con Bola de fuego y que es recordada sobre todo por la maravillosa interpretación de Greta Garbo.

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