Desde los primeros años del siglo XX hasta la caída de la Unión Soviética, el cine desempeñó un papel central en la vida cultural y política del pueblo ruso. El cine soviético no sólo fue una poderosa herramienta de propaganda, sino también una forma de arte creativa e innovadora que dejó un impacto duradero en la historia del cine.
En este artículo, voy a hacer un recorrido por el fascinante mundo del cine soviético, explorando sus características únicas, sus figuras más destacadas y algunas de sus películas más emblemáticas.
¿Por qué ha sido tan importante el cine soviético?
El cine soviético ha sido importante en la historia del cine por varias razones. En primer lugar, porque desempeñó un papel clave en el desarrollo del cine como forma artística. Algunos cineastas soviéticos como Sergei Eisenstein, Dziga Vertov y Vsevolod Pudovkin fueron pioneros en técnicas y recursos, como el montaje, que más tarde se convertirían en herramientas esenciales para cineastas de todo el mundo.
En segundo lugar, porque el cine soviético fue utilizado como una poderosa herramienta de propaganda por el gobierno soviético. Las películas se utilizaban para promover los ideales y valores socialistas, celebrar los logros de la Unión Soviética y criticar a sus enemigos. De hecho, al igual que de artistas de otras disciplinas, se esperaba de los cineastas soviéticos que hicieran películas que apoyaran la ideología oficial. Aunque, como sucedió en muchos otros países bajo regímenes dictatoriales, muchos consiguieron crear obras de gran mérito artístico a pesar de la censura y las limitaciones bajo las que vivían.
En tercer lugar, el cine soviético supuso un potente elemento de exportación cultural para la Unión Soviética. Las películas soviéticas se distribuyeron ampliamente por todo el mundo y a menudo se consideró que representaban una perspectiva única y alternativa del mundo. De hecho, el cine soviético se hizo su hueco en numerosos premios internacionales y ayudó a consolidar la posición de la Unión Soviética como referencia mundial.
Por último, el cine soviético fue importante por el modo en el que reflejó los cambios sociales y políticos que se estaban produciendo en la Unión Soviética. Las películas soviéticas más conocidas prescindían del entretenimiento que predominaba en otras zonas y exploraban temas de mayor profundidad social, siempre bajo el prisma comunista que, en el fondo, era el que les daba vida. Pero, hay que reconocerlo, el cine soviético era prácticamente la única ventana a la que se podían asomar los occidentales más curiosos o inquietos para conocer cómo era la vida, o al menos cómo la querían mostrar, los propios rusos.
Todo esto, aunque pueda parecer casi anecdótico, tuvo una gran relevancia en el escenario cinematográfico y cultural del siglo pasado. Y la influencia que estos cineastas soviéticos tuvieron en el conjunto del cine mundial, es innegable, al menos en términos artísticos.
Las mejores películas del cine soviético
Hablar de las mejores películas del cine soviético es algo complicado y ambicioso. Porque el cine soviético no fue un mero movimiento o un género de cine concreto. Es el conjunto de películas que se hicieron durante más de seis décadas en la Unión Soviética, y esto supone un número enorme de obras, de diferentes estilos, épocas y géneros. Así que, pido disculpas previamente por no incluir esa película que alguno va a considerar fundamental, sobre todo en el caso de directores como Eisenstein o Tarkovsky, de los que podría incluir un buen puñado. Pero el tiempo y el espacio son limitados y voy a tener que acotar mi selección y tratar de llevar un poco de variedad.
Serán todas ellas películas soviéticas aunque, en algunos casos, solo tienen en común haber surgido durante un periodo político en las repúblicas de aquel país. Pero es un buen comienzo para adentrarse en un cine que muchas veces no está tan presente y con unas películas muy merecedoras. Allá voy.
El acorazado Potemkin (Bronenosets Potyomkin. Sergei M. Eisenstein, 1925)
Al hablar de cine soviético, puede que ésta sea una de las primeras películas que vienen a la cabeza. El acorazado Potemkin es una de las más significativas, sin duda, por su fama, por su potencia y por su influencia. De hecho, es frecuente verla incluida en las típicas listas de las mejores películas de la historia, porque su innovadora técnica de montaje marcó un antes y un después en la historia del cine.
Cuenta un episodio de la revolución rusa de 1905, cuando los marineros del acorazado Potemkin se rebelaron contra sus superiores. Pero su importancia no se debe al recuerdo de un acontecimiento revolucionario, sino al modo en el que Eisenstein hace uso del montaje para crear tensión y emoción en el espectador.
El acorazado Potemkin es una película que sigue impactando, lo cual es significativo, por contar con casi cien años de existencia. Si tienes curiosidad por la historia del cine y quieres descubrir las películas más influyentes, tienes que verla. Al menos, una vez.
El hombre de la cámara (Chelovek s kino-apparatom. Dziga Vertov, 1929)
Otra película casi centenaria y también otra obra maestra de tremenda influencia en el cine soviético y mundial. En este caso, hablamos de un documental, pero uno que nada tenía que ver con la mayoría de los documentales que se habían rodado hasta entonces.
El hombre de la cámara retrata la vida urbana en la Unión Soviética a través de la cámara de un operador de cine ficticio que va grabando imágenes y secuencias de la vida más rutinaria. Pero lo que hace de ella algo especial es el uso que hace Dziga Vertov del montaje, de las imágenes de archivo y de las cámaras ocultas como recursos eficaces para reflejar la realidad diaria en su país.
Lo bueno de esta película documental no solo es el interés cinematográfico o artístico que pueda despertar. Es que, gracias a él, se puede observar cómo era la vida cotidiana de las personas en la ciudad. Es cierto que tiene elementos de propaganda y que la visión es limitada a determinados estratos sociales, pero hay imágenes de sobra como para sorprenderse.
Tierra (Zemlya. Alekasndr Dovzhenko, 1930)
Es probable que Tierra no sea tan conocida como las dos anteriores. Tampoco lo es su director, Aleksandr Dovzhenko. Pero esto no evita para que, con un poquito de curiosidad e interés por el cine soviético de los primeros años, uno llegue a esta obra y descubra un toque mucho más lírico, y en el fondo hermoso, con el que retratar la vida natural y campesina de los primeros años de la Unión Soviética.
Algunos críticos han llegado a decir que, a pesar de ser cine mudo, el mensaje que expresa es tan potente y sus secuencias y composiciones son tan bellas que da la sensación de que están cantando o gritando al espectador.
Y no les falta razón. De hecho, es la muestra casi perfecta de que el cine mudo seguía teniendo potencial para desarrollar recursos narrativos sin sonido que acompañara. Pero, como todos sabemos, en 1930 ya se producían películas completamente sonoras y el público las prefirió absolutamente.
Alexander Nevsky (Sergei M. Eisenstein, 1938)
Esta película, como la gran mayoría de las que se produjeron en el cine soviético más oficial, tenía un firme propósito propagandista, aunque aquí la incluyo por su calidad cinematográfica.
Eisenstein narra la historia del príncipe Alexander Nevsky, un noble ruso del siglo XIII que detuvo el intento de invasión que realizaron los caballeros germanos en Nóvgorod, algo que pretendía asemejar a las tensas relaciones entre la Unión Soviética y la Alemania nazi antes del inicio de la II Guerra Mundial.
Pero el verdadero valor de esta obra es, de nuevo, el innovador montaje del que hace uso Eisenstein, sobre todo durante las secuencias de batalla, realmente impresionantes e impactantes para los espectadores de la época. Además, también hay que destacar la maravillosa partitura compuesta por Serguéi Prokófiev, no solo por su calidad musical, sino por la perfecta compenetración que tiene con las imágenes.
Iván el Terrible I y II (Ivan Groznyy. Sergei M. Eisenstein, 1944 y 1958)
Bueno, esto en realidad deberían ser tres películas, aunque a Eisenstein no le dio tiempo a terminar la trilogía, ya que el régimen de Stalin no vio con buenos ojos la segunda entrega, de la que prohibió su estreno y también imposibilitó que continuara el rodaje de la tercera. De ahí que, en lugar de en 1946, la segunda parte de Iván el Terrible se tuviera que estrenar años después de la muerte del dictador soviético, ya bajo el gobierno de Kruschev.
Pero, más allá de los recordatorios históricos y políticos, lo importante de Iván el Terrible es su enorme calidad cinematográfica. Eisenstein se volvía a superar, aún más, y llevaba al máximo esplendor su talento para la creación de momentos épicos y montajes impactantes.
El problema, por desgracia, no fue su calidad artística, sino que el enfoque de la segunda entrega sobre el personaje retratado no fue del agrado del régimen y Eisenstein falleció de un infarto poco después. Aún así, es un legado impactante en el que espectadores de todo el mundo, afines o no afines a la ideología comunista, han dejado clara su admiración. Una película poderosa, potente y llena de vitalidad y belleza, perfecta para entender la enorme calidad del cine soviético.
Cuando pasan las cigüeñas (Letyat zhuravli. Mikhail Kalatozov, 1957)
Cuando pasan las cigüeñas es una de las películas más bonitas del cine soviético. No renuncia a esa defensa del espíritu soviético, o patriota, pero lo expresa a través de una historia de amor en lugar de una historia épica o bélica.
Mikhail Kalatozov es un maestro a la hora de componer imágenes memorables, y aquí hay alguna secuencia realmente destacable, en la que es imposible no quedarse hipnotizado frente a la pantalla. Y si a esto le añades una conmovedora música, el hechizo está completo y asumirás que, tarde o temprano, volverás a verla.
Su impacto a nivel de crítica y de público fue muy grande en su momento, y tuvo una gran influencia para que el mundo occidental abriera un poco más los ojos hacia las propuestas culturales que partían del cine soviético. De hecho, se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1958, gracias a lo que consiguió un lugar destacado en la historia del cine que, sin lugar a dudas, aún mantiene.
Hamlet (Grigori Kozintsev, 1964)
Aunque por algún motivo se tenga la imagen de que el cine soviético estaba completamente aislado de la cultura occidental, Hamlet es el ejemplo perfecto para derribar ese mito. Aquí, Grigori Kozintsev le da un enfoque único al clásico de Shakespeare, en el que destaca la evocadora e intrigante atmósfera que crea, con unos paisajes y unos escenarios realmente conseguidos, hasta el último detalle.
Hamlet captura la esencia de la obra original al explorar temas como el poder, la venganza, la traición y la lucha interna del protagonista. Además, la actuación de los actores es muy buena, especialmente la interpretación del papel principal a cargo de Innokentiy Smoktunovsky, que deja un impacto bastante longevo en los espectadores, sobre todo tras un primer visionado.
En conclusión, estamos ante una película que ha sido aplaudida por su fidelidad al texto original de Shakespeare y su capacidad para transmitir la poesía y la profundidad de la obra en un medio diferente al original. De hecho, la adaptación de Kozintsev sigue siendo reconocida como una de las mejores versiones cinematográficas de Hamlet y, a la vez, una de las mejores películas en la historia del cine soviético.
Soy Cuba (Mikhail Kalatozov, 1964)
En esta ocasión, se trata de una producción soviético-cubana, en la que la dirección estuvo a cargo de Kalatozov y la producción la llevaron Mosfilm y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.
La belleza de las imágenes y secuencias es merecedora por sí sola de ese estatus de película de culto que tiene Soy Cuba, pero también lo es por la calidad documental de sus imágenes, que reflejan muchos aspectos de la vida de los campesinos, los estudiantes y los obreros cubanos durante la revolución cubana.
Tal vez por su estilo, Soy Cuba no fue un gran éxito en su momento, pero su relevancia artística fue reconocida por gente de la talla de Stanley Kubrick, y sigue siendo una de esas películas que surgen en conversaciones sobre el cine soviético y el cine de propaganda de la Guerra Fría.
Andrei Rublev (Andrei Tarkovsky, 1966)
Llegando a los años sesenta, es inevitable caer en las redes de uno de los mayores maestros del cine soviético: Andrei Tarkovsky. Adorado por muchos, no tanto para otros pocos y, probablemente, desconocido para la mayoría, su cine es criticado muchas veces por no ser tan accesible debido a su estilo pausado y reflexivo. Pero muchas veces los más grandes son los que sacian la sed con vasos secos.
Andrei Rublev fue un pintor ruso del siglo XV y esta es una biografía que, a diferencia de muchas otras, no sigue una narrativa lineal, sino que basa su fuerza en los aspectos visuales y los temas profundos sobre los que profundiza.
El talento de Tarkovsky resplandece aquí, con su capacidad para crear imágenes súper poéticas y evocadoras, que en ocasiones parecen cuadros, pero que son, en realidad, el acompañante perfecto para manejar las reflexiones que plantea sobre la condición humana, el papel del arte en la sociedad y la lucha de los artistas para resolver sus conflictos internos.
No sé si es mi favorita de Tarkovsky, ni tampoco defendería que es la más famosa o la más conseguida de sus obras. Pero no tengo dudas de que siempre tiene que estar en una lista de las mejores películas del cine soviético.
El color de la granada (Sayat Nova. Sergei Parajanov. 1969)
Otro drama biográfico, en este caso del poeta Sayat Nova, y también un biopic poco convencional. De hecho, Sergei Parajanov experimenta mucho. Tanto, que esta película estuvo censurada en su época por la Unión Soviética, aunque tenemos la suerte de que ha llegado hasta nosotros una versión restaurada.
En general, se puede resumir El color de la granada como un homenaje a la cultura armenia y, en ella, hay numerosas referencias a la historia, la música, la danza y las tradiciones de ese pueblo.
De hecho, Parajanov saca un gran provecho de las técnicas y recursos audiovisuales de los que dispone para crear una obra que, sobre todo, es original y embaucadora. Eso sí, honestamente, no es la película más accesible para aquel que no está acostumbrado al cine experimental.
Idilio de oficina (Sluzhebnyy roman. Eldar Ryazanov, 1977)
Es maravilloso cuando uno rebusca en el cine soviético y encuentra películas que se salen de ese tópico de films de propaganda que son ariscos y que, incluso, son mudos. Nada de eso, por suerte, en Idilio de oficina, una comedia romántica que, aunque no se rige tampoco por los estándares del cine occidental, y mucho menos del cine actual, se centra en ofrecer una mirada cómplice y romántica al espectador.
A pesar de no ser fácil de encontrar hoy en día y de que no mucha gente la ha podido ver, sigue siendo una película que sorprende y agrada, y que ayuda a que la mirada sobre el cine de la Unión Soviética no sea tan estrecha.
De hecho, tiene momentos muy simpáticos en los que se aprecia una sátira hacia la burocracia y las jerarquías laborales, algo que llegaba a ser opresivo en la Unión Soviética, o eso se cuenta…
Stalker (Andrei Tarkovsky, 1979)
Ahora sí, esta puede que sea mi favorita dentro de la filmografía de Tarkovsky, aunque no fue un amor a primera vista. Su trama es atractiva e intrigante, con elementos de ciencia ficción e intriga, en las que los stalkers, unos guías misteriosos, conducen a las personas hacia una zona donde los deseos más profundos se pueden hacer realidad.
Tarkovsky se aventura en un análisis sobre la realidad, la fe y la esperanza, y no se limita a provocar al espectador para que reflexione con los temas y los diálogos, sino que lo hace a través de una elegancia cinematográfica maravillosa, repleta de planos largos y pausados, que ayudan a esa inmersión tan complicada en filmes de este estilo.
No es la película más fácil de ver, ni es la película más fácil de entender. Pero, al menos, se merece la oportunidad de darle a play y atreverse con una de las películas más importantes de la historia del cine en general y del cine soviético en particular.
Moscú no cree en las lágrimas (Moskva Slezam ne Verit. Vladimir Menshov, 1980)
Moscú no cree en las lágrimas es una película icónica para toda una generación de rusos y soviéticos. Y es que, cuando el sistema empezaba a mostrar sus primeros signos de debilidad hacia dentro, empezaban a surgir películas que trataban de reflejar las vidas de las personas normales y cotidianas de un modo muy realista.
Aquí, la vida de tres mujeres a lo largo de distintas épocas sirve para mostrar cómo fue evolucionando la sociedad soviética en esos años de mediados del siglo XX y cómo los retos y las oportunidades que van encontrando también cambian.
Y, lo mejor de todo, Vladimir Menshov es muy hábil para combinar registros de romance, drama y comedia, porque en el fondo en la vida hay de todo, para mostrar un retrato veraz de lo que pudo ser la vida de muchas otras personas.
Masacre. Ven y mira (Idi i smotri. Elem Klimov, 1985)
En los últimos tiempos, Masacre. Ven y mira, de Elem Klimov, ha sido una de las películas más reivindicadas por los amantes del cine soviético y, en general, por los amantes del buen cine. Y es que este es un ejemplo de cómo una película de encargo puede convertirse en una obra maestra. Porque esto es lo que es esta película.
No es tan conocida como muchas otras películas bélicas que, a la vez, son antibélicas. Pero la fuerza que tienen su ritmo narrativo y sus imágenes brutales la convierten en un film imprescindible.
Si hay una película en esta lista que te puede dejar en estado de shock al terminarla, aquí la tienes. Y, si ya la has visto, seguramente este texto te esté recordando las sensaciones tan poderosas que te transmitía el joven protagonista, Alexei Kravchenko.
La pequeña Vera (Malenkaya Vera. Vasili Pichul, 1988)
Voy a terminar mi lista de cine soviético con una película muy poco conocida que tuve la suerte de descubrir a través de las redes sociales. Pero esto no quiere decir que en Rusia, o en la antigua Unión Soviética, haya sido desconocida. Todo lo contrario, ya que La pequeña Vera fue una de las películas más taquilleras de toda la década de los 80, y muy representativa del ambiente que se respiraba social y culturalmente allí en esos años.
Los temas que trata, como la liberación sexual o la necesidad de los jóvenes de emanciparse y soltar un poco las cuerdas, supusieron un gran atractivo para multitud de espectadores que, en unos años en los que el sistema se caía, estaban en busca de contenidos diferentes y modernos.
Pero, en verdad, su éxito se debió, principalmente, a que más que una película con una historia de ficción que evocaba los sueños de los espectadores, era un retrato fiel de lo que estaba sucediendo en la vida real.
Y una última película perteneciente al cine soviético…
No quiero dejar esta lista sin nombrar una película que muchos no identifican con el cine soviético, ya que su director fue Akira Kurosawa. Pero, en realidad, la producción es la que es y la película está sin duda en el top de esta lista. Sí, hablo de Dersu Uzala (1975), una preciosa película basada en hechos reales y que recomiendo a todos aquellos que nunca la han visto. Aquí puedes leer mi reseña de Dersu Uzala.
En muchas listas de cine soviético no la incluyen. En otras sí. Y, curiosamente, las que lo hacen, la suelen colocar como la mejor película soviética de todos los tiempos. Pero, claro, es que Kurosawa era mucho Kurosawa. Si quieres saber por qué lo digo, aquí te dejo una lista con las mejores películas de Akira Kurosawa.
Espero que esta lista sobre cine soviético te haya gustado y te ayude a descubrir alguna película muy interesante. Insisto en que no todas son películas fáciles de encontrar y alguna tampoco es fácil de ver, por su ritmo, tema y duración. Pero si tienes curiosidad sobre el cine de la Unión Soviética y quieres profundizar un poco, aquí tienes unas cuantas películas para hacerlo.
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