Ciudad de Dios (Cidade de Deus) es una película brasileña dirigida por Fernando Meirelles y Kátia Lund en 2002, y protagonizada por Alexandre Rodrigues y Leandro Firmino.
Basada en hechos reales, y realizada también a partir de un cortometraje de la misma temática, Ciudad de Dios nos adentra en la vida de las favelas brasileñas, y en las dificultades que allí se sufren a consecuencia de los crímenes continuados, desde los años sesenta hasta finales de los ochenta.
Buscapé es un niño que vive en Ciudad de Dios, aunque a diferencia de muchos de los niños de su edad, él no está interesado en introducirse en una banda y adquirir poder, sino que sueña con ser fotógrafo. Por otro lado, también tenemos a Dadinho, un niño de la misma edad que empieza a colaborar con delincuentes un poco más mayores y que, poco a poco, se va metiendo en cosas más serias.
Ciudad de Dios irrumpió en el panorama audiovisual de hace unos años con una tremenda fuerza. Tal vez pocos esperaban que una película brasileña que trata sobre la delincuencia en las favelas durante las últimas décadas, y cuyos actores eran en gran parte amateurs, un arrollador torrente de imágenes y ritmo que entrelazan historias y tiempos distintos. Pero Ciudad de Dios tiene un estilo muy particular, muy dinámico que, a pesar de abordar una historia real y tener un metraje considerable, hace que el espectador no se despegue del asiento ni parpadee.
La acogida de la crítica y del público no pudo ser mejor. Si ya en su país fue un éxito abrumador, en Estados Unidos recibió la aclamación de varias revistas especializadas, y muchos de los críticos más afamados la recomendaron entre las películas a ver en 2003. Sólo en el país norteamericano logró recaudar más de siete millones de dólares, una cifra bastante importante para una cinta foránea, y que duplicó el presupuesto invertido en la producción. Por supuesto, las cifras de recaudación a nivel mundial fueron aún superiores, alcanzando los veinte millones, con especial acogida en el Reino Unido y en España.
Aunque estuvo en la carrera a los Oscar como mejor película de habla no inglesa, Ciudad de Dios se quedó en el camino, y tuvo que esperar un año más, para competir en cuatro categorías de las que tampoco pudo llevarse ninguna. Aún así, Ciudad de Dios se mantiene como una de las mejores películas de este siglo, con una fuerza visual y dramática muy superior a los estándares habituales, y cuyo impacto tan tremendo logró que muchos le prestáramos una mayor atención al cine que se hace en Brasil.
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