Doce hombres sin piedad (Twelve Angry Men) es una película dirigida por Sidney Lumet en 1957, y protagonizada por Henry Fonda en el que es uno de sus papeles más aplaudidos.
La historia original está escrita por Reginald Rose, un dramaturgo que la pensó inicialmente para la televisión, donde se estrenó en el espacio Studio One en 1954. Sin duda, la calidad del guión fue la clave para que Lumet se fijara en ella y decidiera adaptarla a la gran pantalla, donde los éxitos y reconocimientos se sucedieron sin parar.
El argumento trata sobre los doce hombres que conforman un jurado que tiene que decidir sobre un caso en el que se acusa a un joven de asesinar a su padre a puñaladas. Las evidencias apuntan directamente a él, por lo que su sentencia parece clara, y once de los hombres votan por su culpabilidad. Pero uno de ellos no lo tiene tan claro, y con su duda impide que condenen al chaval, ya que se requiere unanimidad para dictar el veredicto.
Aunque hayan pasado ya muchas décadas desde su estreno, Doce hombres sin piedad siempre será recordada por ser uno de esos dramas judiciales con mayor inteligencia en su desarrollo y con unos personajes muy bien pensados y coherentes en la relación a su manera de ser, de vivir y de actuar. Si no fuera de este modo, difícilmente podría haber pasado a la historia una película que, en su mayor parte, consiste en doce hombres encerrados en una habitación y discutiendo sobre un juicio.
Pero claro, estamos ante una de las grandes obras maestras de la historia del cine, que si ya venía respaldada por el éxito de la versión original emitida en televisión, también fue recibida con entusiasmo por la crítica norteamericana, lo que acabó suponiendo nominaciones para los Oscar y varios premios internacionales para Lumet y Fonda.
Lo que puede resultar curioso hoy en día fue la poca afluencia que tuvo en las salas cinematográficas, tal vez por su apariencia demasiado clásica en unos años en los que el color de las grandes producciones de Hollywood parecía algo imprescindible para los espectadores. Aún así, con las siguientes emisiones en televisión sí que consiguió calar también entre un público más numeroso que, a la vez que la recordaba de su versión original, también agradecía la presencia y el buen hacer de un actor tan renombrado como Henry Fonda.
En España se pudieron ver por televisión dos adaptaciones. La primera, apenas conocida, fue en el programa Gran Teatro, de 1961. La segunda, que sí está en la memoria de muchos espectadores y aficionados posteriores, fue la estrenada en el maravilloso Estudio 1, en 1973, y que está disponible actualmente online para el uso y disfrute de cualquier interesado.
También para televisión, aunque de vuelta en Estados Unidos, fue la dirigida por William Friedkin en 1997, con Jack Lemmon y George C. Scott en el reparto. No tan buena como la de Lumet, pero tampoco tan mala como algún otro remake de ese director al que muchos sólo recuerdan por El Exorcista.
La verdad es que la película es muy buena porque nos dice que no se puede juzgar nada con las apariencias, porque podemos enviar a la cárcel a un inocente. Vale para la vida real.
Es uno de los mejores guiones que he visto en películas y la actuación de Henry Fonda de las mejores que he visto. Un saludo compañero.
La verdad es que es un clásico que no puede faltar en tu filmoteca, más aun si eres un cinéfilo. Una obra maestra por su simpleza