El bueno, el feo y el malo. Así deberían ser todos los títulos de las películas. Y no sólo porque es una traducción del original (Il buono, il brutto e il cattivo), sino porque dice lo suficiente sobre la película, o los personajes, como para que a uno le entre la curiosidad.
¿Hay uno bueno, uno feo y uno malo? En las películas, tradicionalmente, hay uno bueno y uno malo, sí. Y van el uno contra el otro. Pero uno feo, ¿por qué? ¿Hay uno guapo? También tradicionalmente el bueno es guapo y el malo es feo. Por esa regla, ¿hay dos malos? ¿Qué más da? Se supone que el bueno siempre gana.

Pero ahora, hablando en serio, es bastante valiente establecer un título de una película como El bueno, el feo y el malo. Va tan al grano que apetece saber de qué va. Tan simple, tan básico, tan concreto. Tres personajes, que nos los dice el título y que es lo primero que nos presenta el director, Sergio Leone. Descaradamente. Es que no sólo los títulos de crédito, con esa archiconocida música de Ennio Morricone, sino los primeros planos y las primeras escenas. Nos damos cuenta de que, aunque el metraje es largo, aquí se nos propone disfrutar a base de calidad. Sin ningún complejo. Directo al corazón, al cerebro, al hígado, a los ojos, a los oídos y, aunque parezca imposible, al tacto, porque nos pone la piel de gallina.
Sergio Leone fue uno de esos directores complicados para la industria cinematográfica. Ciertamente, iba un paso por delante de todos, y aunque pareciera difícil entenderle o consentirle sus supuestos caprichos estilísticos, el tiempo ha demostrado que tenía razón. Su cine denota pasión, y tenía el talento suficiente como para transmitirlo y conseguir que el público sintiera todo lo que quería expresar. Tanta pasión tenía que los disgustos y disputas terminaron por acabar con su salud a finales de los ochenta. Pero ésa es una guerra sobre la que escribiremos en otra ocasión.

Aquí, simplemente queremos escribir sobre uno de los mejores westerns jamás realizados. Sobre tres protagonistas que entrelazan sus historias, el bueno, el feo y el malo; Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef respectivamente, Leone construye un relato de hombres buenos, malos, justos, perversos y con un sentido típicamente del oeste americano. No falta acción, emoción, suspense y, cómo no, disparos. Los tres son unos actorazos, y los tres encarnan a sujetos típicamente interesantes, grandes pistoleros supervivientes, con una mentalidad distinta y un objetivo común.
El estilo descriptivo y semicómico de los spaghetti western, que en muchas ocasiones han sido parodias o películas de segunda, alcanza aquí su máximo esplendor. La maestría en el dibujo de cada personaje y cada escena, que termina pintando un cuadro hermoso con pinceladas geniales, hace que, como ante las más hermosas obras expuestas en museos de primera, cada vez que la veamos descubramos detalles nuevos e interesantes.
Cualquiera que se considere amante del cine y no haya visto aún El bueno, el feo y el malo, está cometiendo un pecado. Cualquiera de esos amantes del cine que ya la haya visto, no se cansará de volver a verla. Y que venga quien venga a decir que no es para tanto, que yo dormiré tranquilo, porque sé que mi peor enemigo vela por mí.
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