cine polar frances

El cine polar francés: las mejores películas

El cine polar francés es uno de los géneros más emblemáticos e influyentes de la historia del cine. Sus temas y personajes lo convierten en un subgénero del cine policíaco, en el que predominan las actividades delictivas y los retratos más crudos de las escenas cotidianas.

Pero, más allá de un estilo pasajero, el cine polar consiguió alargarse y evolucionar durante varias décadas, hasta el punto de que muchas películas actuales beben directamente de su estilo visual y narrativo.

Si quieres saber un poco más acerca de este movimiento y descubrir cuáles son las mejores películas del cine polar francés, sigue leyendo. Éste puede convertirse en tu artículo favorito durante mucho tiempo.

de espaldas a la pared

¿Qué es el cine polar francés?

El cine polar francés es un género cinematográfico surgido en la Francia de la posguerra mundial. Aunque es difícil definir una fecha de inicio, se considera que la primera película polar fue En legítima defensa (Quai des Orfèvres. Henri-Georges Clouzot), que se estrenó en 1947.

De todas maneras, la mayor presencia, en cantidad y calidad, del polar se dio en los años posteriores, desde finales de los 50 hasta mediados de los 70, en los que se estrenaron un buen puñado de películas sobresalientes.

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¿Cuáles son las principales características del cine polar francés?

Al ser un movimiento que perduró durante bastantes años, son muchas las diferencias que hay entre las primeras películas del cine polar francés y las más modernas. Pero existen unas cuantas características comunes que ayudan a definir al cine polar francés, tanto sobre los géneros y temas que eligen como el enfoque y los personajes que las protagonizan.

En primer lugar, podemos decir que la estética de las películas polares es bastante oscura e incluso pesimista. Esto se debe a su herencia del noir americano y de las películas policíacas y criminales que se venían rodando en la misma Francia.

Pero también al contexto de descontento social que imperaba en esos años en el país galo, con gran parte de la sociedad poniendo en duda el sistema y los valores tradicionales que habían regido durante las décadas anteriores.

De ahí que mucho del cine polar francés profundice en temas como la violencia, la traición y la ambigüedad moral, y que sus personajes más atractivos sean, en realidad, auténticos antihéroes.

Otro factor que define a muchas de estas películas es la esmerada atención a los detalles. Cada secuencia está perfectamente estudiada y planificada, y muchos de los planos son especialmente impactantes en términos visuales, con lo que acentúan la sensación de potencia y presión deseada.

Las mejores películas del cine polar francés

Seguramente esta sea la parte que más estás esperando, ya que tendrás ganas de ir al grano y darle al play. La lista de películas del cine polar francés que te voy a recomendar no deja de ser un compendio subjetivo y tengo que reconocer mi gran debilidad por el maestro del polar clásico francés: Jean-Pierre Melville.

Me costará desprenderme de unas cuantas películas, pero también creo que podré enriquecer la lista con otros títulos, alguno de ellos no tan recordados en la actualidad. En cuanto al orden, como suelo hacer otras veces, es estrictamente cronológico.

En legítima defensa (Quai des orfèvres. Henri-Georges Clouzot, 1947)

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Esta es una de las películas más representativas del cine polar francés y una de las más importantes en la filmografía de Clouzot, lo cual son palabras mayores, ya que también llevan su firma obras maestras como El salario del miedo (Le salaire de la peur, 1957) y Las diabólicas (Les diaboliques, 1956).

En legítima defensa nos cuenta la historia de Jenny Lamour (Suzy Delair), una ambiciosa cantante que está casada con Maurice Martineau (Bernard Blier), un pianista mediocre. Cuando Jenny se encuentra con su antiguo amante, el millonario Brignon (Charles Dullin), en busca de ayuda para su carrera, Brignon es asesinado en su casa esa misma noche. Entonces, la policía sospecha de Jenny y su esposo, quienes deben demostrar su inocencia y resolver el caso.

Los escenarios en los que Clouzot ubica la historia son los típicos del País de la posguerra, en los que abunda la crudeza y la violencia, sin olvidar esos detalles tan realistas que aproximan al espectador a la historia y lo sumergen en ese aroma de tensión y depresión.

Además, todo esto lo acompaña de lo que será otra característica de las películas polares: la atención esmerada a la fotografía, con una iluminación y unos encuadres que aún hoy en día llaman la atención por su elegancia.

París a medianoche (Entre onze heures et minuit. Henri Decoin, 1949)

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París a medianoche tiene un título mucho más sugerente en francés, Entre las once y la medianoche, pero más allá de eso le tengo un gran cariño por el impacto que me produjo cuando la vi hace ya demasiados años.

Culpa de ello es la impactante fotografía, que hace un uso inteligente e intencionado de las luces y sombras para acentuar la sensación de inseguridad de la noche parisina. Además, el trabajo de Louis Jouvet encarnando al inspector Carrel frente al de Madeleine Robinson, que interpreta a su involuntaria amante, Lucienne, reafirman esa sensación de tensión que acompaña a lo largo de todo el film.

Puede que no sea el policíaco definitivo, pero es un ejemplo perfecto de cine polar francés que, posteriormente, influye en otras obras más grandes.

París, bajos fondos (Casque d’or. Jacques Becker, 1952)

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París, bajos fondos es otra de las pioneras del cine polar francés. En ella, se nos cuenta la historia de una hermosa mujer llamada Marie (Simone Signoret), que se enamora de un joven carpintero llamado Manda (Serge Reggiani). El problema es que, en su camino, se interpone la rivalidad de dos pandillas rivales en la noche más oscura de París.

A pesar de que ya hace más de siete décadas desde que se estrenó, París, bajos fondos sigue siendo una de las referencias a la hora de estudiar cómo era la vida criminal del París de la posguerra, con unos escenarios protagonizados por mafiosos, prostitutas y policías corruptos, cuyo día a día estaba repleto de violencia y traiciones.

Cabe destacar en esta película la impresionante interpretación de Simone Signoret, que logró hacerse con el premio en Cannes ese año, y que fue uno de los factores que aupó a la película a la fama.

No toquéis la pasta (Touchez pas au grisbi. Jacques Becker, 1954)

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Con No toquéis la pasta, y a pesar de su cercanía a la anterior, Jacques Becker da un salto adelante y nos golpea de un modo tan brusco como el imperativo negativo que da título a la película.

Es un puñetazo en todo el rostro que rompe con algunos de los tópicos habituales en el cine negro anterior y que trabaja sin ningún género de dudas con la ambigüedad moral de sus personajes, característica esencial del grueso del cine polar francés.

Éstos son figuras más complejas, cuyas características más evidentes pueden considerarse ilícitas para un policía y atractivas para un espectador. De ahí el choque, el morbo y la pasión con la que la gente resolvía el conflicto planteado.

Becker, además, incide aquí en los diálogos, mucho más profundos e incluso realistas, aunque nada de esto sería posible sin la participación de gente como Lino Ventura, Jeanne Moreau y, sobre todo, el inalcanzable Jean Gabin.

Rififi (Du rififi chez les hommes. Jules Dassin, 1955)

rififi

Llegamos a algo grande. Rififi es una película muy importante para los amantes del cine y, sobre todo, imprescindible para los aficionados al cine negro. La labor de Jules Dassin a la hora de plasmar los conflictos de unos delincuentes de un modo sincero, y llevarnos hasta su lado para cometer uno de los robos más espectaculares de la historia del cine, sigue estando en el podio absoluto.

Puede que Melville consiguiera empatar años después en su homenaje, pero ni las secuencias más elaboradas del cine americano reciente consiguen apretarnos tanto en el sillón.

El conjunto de la película es una obra redonda, en la que nos vemos seducidos por un Jean Servais magistral y un elenco de actores acompañantes que complementan genialmente la acción en cada una de las escenas más impactantes, que son muchas y de diferentes colores.

Si quieres leer más sobre esta película, puedes acercarte a la reseña de Rififi que escribí en su día en este blog. Y, si te llama la atención la filmografía de Dassin, no te pierdas uno de los mejores noir de su filmografía, Noche en la ciudad (Night and the City, 1949)

Bob el jugador (Bob le flambeur. Jean-Pierre Melville, 1956)

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Aquí hace aparición el nombre clave del cine polar francés: Jean-Pierre Melville, con la primera de sus grandes películas noir, Bob el jugador. La trama se centra en Bob (interpretado por Roger Duchesne), un veterano ladrón de bancos retirado que vive en Montmartre, en el corazón de París. Bob se ve tentado a robar un casino en Deauville, en el norte de Francia, y decide armar un equipo de criminales para llevar a cabo el atraco.

La película está poseída por una atmósfera nostálgica muy lograda, que se combina con la tensión y el suspense naturales de la trama criminal. Además, su fotografía en blanco y negro es impresionante y, en cierta manera, pionera en el género.

Por último, quiero destacar el gran reparto de Bob el jugador, que incluye a algunos de los mejores actores franceses de la época, como Isabelle Corey, Denise Clair, Daniel Cauchy y Gérard Buhr. Pero sin duda alguna, el protagonista absoluto es Roger Duchesne, quien interpreta a Bob con una elegancia y una fuerza que lo convierten en uno de los personajes más carismáticos del cine polar francés.

Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l’échafaud. Louis Malle, 1958)

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Louis Malle no es un director especialmente significativo dentro del polar, aunque su enorme talento y filmografía lo sitúan, en términos generales, como uno de los mejores directores franceses del siglo XX, por películas como ésta, El soplo al corazón o Adiós, muchachos (Au revoir les enfants, 1987), entre otras.

De hecho, tamaño talento le permitieron hacer de Ascensor para el cadalso una de las mejores películas francesas de su época, y con muchos elementos que la vinculan al cine policíaco francés más interesante.

Florence (Jeanne Moreau) está casada con un poderoso industrial, pero también está liada con Julien (Maurice Ronet) un joven ambicioso y héroe de la guerra de Indochina, y juntos planean matar al hombre para quedarse con su fortuna. Pero los planes fallan y Julien se queda encerrado en el ascensor del edificio.

La historia en sí tiene mucha potencia, a lo que se une la capacidad narrativa de Malle y la buena interpretación de los dos actores protagonistas. A todo esto, hay que añadir una espectacular banda sonora compuesta por Miles Davis, que eleva a cotas celestiales alguno de los momentos más significativos de la película. En definitiva, otra de las imprescindibles para los amantes del cine.

De espaldas a la pared (Le dos au mur. Edouard Molinaro, 1958)

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A pesar de no ser tan conocida ni recordada como muchas otras películas de esta lista, De espaldas a la pared es un título muy recomendable, que sorprende no solo por la potencia de su guión, sino por la calidad interpretativa de Jeanne Moreau, esta vez en compañía de Gérard Oury.

Esto puede sorprender más aún si se tiene en cuenta que fue un éxito de taquilla en su época, y que directores como el propio Melville en su época, o Jacques Audiard más recientemente, la han tenido como referencia en sus trabajos. La trama es un poco más compleja de lo que parece inicialmente, pero avanza sin trampas, llevando los giros y las sorpresas necesarias con una mesura milimetrada.

Si te llama la atención y quieres leer un poco más sobre ella, te dejo aquí el enlace a mi reseña de De espaldas a la pared.

Sólo un testigo (Un témoin dans la ville. Edouard Molinaro, 1959)

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Un año después de la anterior, Molinaro volvió a demostrar su talento para este tipo de historias con Sólo un testigo. En la actualidad, poca gente la recuerda, pero su fuerza sigue vigente como buen ejemplo del cine de calidad que se hacía en la Francia de aquellos años.

En esta ocasión, el personaje principal está interpretado por el magnífico Lino Ventura, que encarna a un hombre que busca al asesino de su mujer y que, después de ejecutarlo, tiene que resolver la existencia de un último testigo que pueda identificarlo.

Pickpocket (Robert Bresson, 1959)

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Pickpocket es la historia de Michel, un joven y experimentado carterista que vive en la ciudad de París. Michel es un personaje enigmático y solitario, que parece encontrar en el robo una forma de evadirse de la monotonía de la vida cotidiana.

Esta película, al igual que la magnífica Un condenado a muerte se ha escapado, del mismo Bresson, es muy especial para todo aquel que la ve, principalmente por su estilo minimalista y su narrativa austera, donde la introspección y el subtexto son más importantes que el diálogo.

Además, su fotografía en blanco y negro y su uso de la música clásica refuerzan la atmósfera reflexiva y melancólica que rodea a Michel y su mundo.

De hecho, Pickpocket ha sido considerada como una de las obras más destacadas del cine francés y ha sido influencia para numerosos cineastas posteriores, que han llevado a su terreno el estilo casi documental que rezuma, tanto por las imágenes y secuencias como por la narrativa tan fría y distante que, de algún modo, ayuda a adentrarse en la película de un modo más intenso y único.

A pleno sol (Plein soleil. René Clément, 1960)

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A pleno sol es, para muchos, una de las primeras películas de Alain Delon. Pero, personalmente, creo que no hay que quedarse ahí. Esta versión de la novela de Patricia Highsmith The Talented Mr. Ripley está repleta de elementos más que notables, así como momentos icónicos que la han convertido en un título de referencia dentro del cine polar francés.

Obviamente, la presencia y actuación de Delon es muy relevante, pero también lo es la elegancia de Maurice Ronet como contrapeso, e incluso el trabajo de Marie Laforêt como novia de este último y capricho del anterior.

Y, al igual que sucede con alguna de las otras películas ya comentadas y de las que quedan por repasar, es la maravillosa ambigüedad del protagonista la que más miradas atrae y deseos provoca. El morbo de lo prohibido, podríamos decir.

Tirad sobre el pianista (Tirez sur le pianiste. François Truffaut, 1960)

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Junto a Godard, Truffaut lideró la generación que dio lugar a la Nouvelle Vague. Y entre sus proyectos más interesantes encontramos este magnífico noir inspirado en la novela Down There, de David Goodis, y protagonizado por el cantante Charles Aznavour.

La película cuenta la historia de Charlie, un pianista que huye de su pasado, pero se ve abocado al peligro tras el requerimiento de su hermano Chico (Albert Rémy).

A diferencia de otros polares más clásicos, Truffaut juega aquí con una narración no lineal, a través principalmente de flashbacks, y también le añade toques de géneros más cómicos y románticos. Pero incluso con estas innovaciones la película tuvo un gran éxito y, además, sigue manteniéndose fresca más de medio siglo después de su estreno.

Sin duda, muestra perfecta de la maestría de Truffaut, incluso sin estar comúnmente considerada entre sus mejores films.

El confidente (Le doulos. Jean-Pierre Melville, 1962)

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Volvemos al maestro del cine polar francés, y esta vez con una película que avanza aún más en su estilo y genialidad dentro del género. Aquí, Melville afianza las bases de su policíaco perfecto, con una fotografía sobria y elegante, que asume el mayor protagonismo en detrimento de los diálogos, más escasos de lo habitual, aunque mucho más precisos.

En ella, vemos un duelo enorme entre Jean-Paul Belmondo y Serge Reggiani, ya que el segundo sospecha de que el primero es un confidente de la policía que le ha traicionado. Maravillosa y muy recomendable, se ha convertido en una especie de título de culto por ser la antesala a las grandes obras de Melville.

Gran jugada en la Costa Azul (Mélodie en sous-sol. Henri Venreuil, 1963)

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Cada vez que lo pienso, más me extraña que esta película sea tan poco recordada. Solo con hablar de un dueto entre Jean Gabin y Alain Delon en una historia tan apasionante como ésta, lo lógico sería que Gran jugada en la Costa Azul fuera una película mucho más popular, aunque fuera simplemente por su título, como puede pasar con otras películas europeas de la época.

De hecho, llegó a ganar el Globo de oro a mejor película de habla no inglesa, por lo que somos conscientes de la relevancia que tuvo en su época, aunque fuera meramente comercial. Hoy en día, ha superado esa etiqueta, perdiendo popularidad, pero ganando prestigio gracias al nivel de su guión y al cuidadoso estilo de su edición.

Lemmy contra Alphaville (Alphaville. Jean-Luc Godard, 1965)

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Godard siempre trató de explorar un paso más allá y de jugar a romper las normas establecidas en términos cinematográficos. Y, tras unos cuantos éxitos de gran calibre, llegó a Alphaville, que no es su película más representativa, pero sí es un film muy interesante por muchos motivos.

En primer lugar, es un acercamiento muy particular al noir, no sólo por las técnicas narrativas propias de Godard, al que le gusta provocar y transgredir, sino por su acercamiento a la ciencia ficción distópica. Pero también tiene mucha chicha, al tratar temas que incluso en la actualidad siguen estando en boca de todos, como la presencia o los peligros de la tecnología en la vida de las personas, tanto en términos profesionales como sociales.

Hasta el último aliento (Le deuxième souffle. Jean-Pierre Melville, 1966)

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Nueva película de Melville en la lista, nueva consolidación de su estilo tan particular, ya muy cerca de lo que, personalmente, considero sus cumbres. Aquí, sigue con una fotografía muy descarnada en blanco y negro, que acompaña a la dureza de tantas escenas en la que los diálogos son muy secos y la fuerza recae en las interpretaciones de los actores y en el sostenimiento de los planos.

Por cierto, los actores principales aquí son Lino Ventura y Paul Meurisse, dos buenos amigos de Melville que saben plasmar a la perfección ese duelo entre el bien y el mal, la lealtad y la traición, y la definitiva ambigüedad moral que atormenta al director y, de paso, a los espectadores.

El silencio de un hombre (Le samouraï. Jean-Pierre Melville, 1967)

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Por fin, llego a la película que marca un antes y un después en el cine polar francés. Solo un año después de la anterior, Melville arranca la que sería su trilogía del samurái con un film impactante e influyente.

Aquí, el director renuncia definitivamente a algunas de las cualidades más representativas del cine policíaco tradicional y afianza su lenguaje narrativo propio, que traslada a sus imágenes y, también, a sus personajes principales.

El personaje protagonista, interpretado por Alain Delon, es tan discreto y mesurado como la acción de las escenas. De hecho, en El silencio de un hombre no podrás encontrar escenas repletas de violencia y tiroteos como en otras de su género.

Las sensaciones y emociones se logran de un modo, digamos, minimalista. Y créeme, Melville lo consigue. Su precisión a la hora de componer los planos y precisa fotografía, esta vez sí a todo color, sigue siendo objeto de estudio y de homenaje por parte de cineastas actuales.

Si aún no la has visto, estás de enhorabuena, porque te espera una aventura maravillosa frente a la pantalla. Y si ya la has visto, sabes de qué estoy hablando.

La novia vestía de negro (La Mariee était en Noir. François Truffaut, 1968)

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Si esta frase pudiera tener algo de sentido hablando de Truffaut, se podría decir que ésta es una de sus joyitas menos conocidas. En otras palabras, tal vez venga mejor decir que La novia vestía de negro es una película de Truffaut no tan conocida como otras. Pero creo que sí es tan popular como recomendable.

La protagonista, encarnada por Jeanne Moreau, es una mujer que ve cómo su marido muere asesinado el mismo día de su boda y comienza a buscar a los culpables del crimen, para llevar a cabo su venganza.

Si hay algo que me gustaría destacar es el enfoque que hace Truffaut acerca de la venganza y del uso de la violencia para plasmar los deseos de sus personajes, que, de nuevo, vuelven a poner al espectador en un brete para decantarse por un lado o por otro.

Y, para los más curiosos, señalar que ésta se supone que fue una de las grandes influencias para Quentin Tarantino a la hora de pensar en Kill Bill.

Accidente sin huella (Que la bête meure. Claude Chabrol, 1969)

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Chabrol es otro de los grandes directores franceses de esa generación dorada que surgió a mediados del siglo pasado y su presencia no se podía evitar aquí, principalmente por este título tan interesante.

Basada en la novela The Beast Must Die, de Nicholas Blake, Accidente sin huella nos cuenta la historia de un hombre que quiere vengarse tras la muerte de su hijo en un accidente de tráfico causado por un conductor desconocido.

De nuevo, aquí prevalece el estilo oscuro, con personajes complejos y sombríos que hacen que la tensión se respire de un modo intenso e incida en la sensación de agobio y suspense.

No es una película muy habitual hoy en día, pero si tenéis la oportunidad de verla, estoy seguro de que algo en ella os va a resultar familiar, ya que su estilo influyó mucho en otras películas de esos años y posteriores.

El clan de los sicilianos (Le clan des siciliens. Henri Verneuil, 1969)

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Puede que esta sea una de las películas más famosas del cine polar francés. Y no es de extrañar. Al emocionante planteamiento a partir de los mafiosos sicilianos más poderosos y de un gran golpe en una exposición de joyas, se une un elenco tremendo, encabezado por un trío imprescindible dentro del polar: Alain Delon, Jean Gabin y Lino Ventura.

Tuvo una gran relevancia en su momento, ya que estos nombres eran como un imán para el público, pero la audiencia también se quedaba maravillada disfrutando de una historia impactante y llena de giros. Al igual que la anterior, incluso si no la has visto antes habrá cosas que te resulten familiares relativas al estilo de dirección, al montaje y al ritmo.

Círculo rojo (Le cercle rouge. Jean-Pierre Melville, 1970)

circulo rojo

La segunda película de la trilogía del samurái y, para mí, la obra cumbre de Melville, en la que logra plasmar de forma esférica todas y cada una de sus manías. Igualmente protagonizada por Alain Delon, el reparto que va surgiendo escena tras escena es un despliegue de nombres de culto que cumplen los sueños de los más apasionados. Hablamos de gente como Yves Montand, Gian Maria Volonté, François Perier y, en un lugar destacado, André Bourvil.

A éste, que no llegó a ver la película ya que falleció antes de su estreno, habría que ponerle un monumento por el tremendo papel antagonista que ejecuta. Más, si cabe, teniendo en cuenta su carrera más conocida, que era la de acompañante cómico de Louis de Funès. Casi nada más opuesto a este personaje que supone el culmen de Melville como constructor de personajes, esculpiendo a un comisario de policía que utiliza todas sus armas para detener a unos ingeniosos y talentosos ladrones.

Visualmente impactante y con escenas tan valientes por parte de los personajes como de su director, Círculo rojo es, para mí, el ejemplo perfecto de policíaco francés de su época. Para adentraros un poco más, podéis leer mi reseña de Círculo rojo, publicada hace no mucho tiempo en este mismo blog.

Último domicilio conocido (Dernier domicile connu. Jose Giovanni, 1970)

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Dirigida por Jose Giovanni y protagonizada por Lino Ventura y Marlène Jobert, esta película cuenta la historia de un contundente policía que es apartado a una comisaría de barrio y, allí, le encargan la complicada misión de localizar a un testigo protegido que lleva un tiempo escondido porque tiene miedo de que lo maten.

A pesar de sus recursos más sentimentales, la fuerza narrativa de la dirección, y el empuje que tiene la propia historia hicieron de ésta una película muy popular en su momento. No vamos a quitarle mérito a los protagonistas, que componen una bonita pareja frente a una marabunta de personajes de moral dudosa, tan habituales en el cine polar francés.

Crónica negra (Un flic. Jean-Pierre Melville, 1972)

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Aunque no alcanza la altura de sus compañeras de trilogía, Crónica negra sigue siendo una película muy representativa de la filmografía de Melville y, desafortunadamente, fue la última que pudo dirigir.

De nuevo, un ejercicio magistral sobre la creación de atmósferas oscuras y opresivas, esta vez para enfrentar a Alain Delon con un Richard Crenna que llena la pantalla, y con la presencia añadida de Catherine Deneuve, que la llena aún más.

Flic Story (Jacques Deray, 1975)

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Sé que os va a dar la sensación de que Alain Delon era el único actor que protagonizaba películas de este género. Pero, en su defensa, no solo hay que decir que era un actor muy bueno y que funcionaba muy bien en taquilla, sino que su capacidad de trabajo era enorme y el conjunto de su carrera agrupa más de un centenar de créditos.

Aquí, de nuevo eficaz, frente a un titán de la interpretación como era Jean-Louis Trintignant, interpretando a un policía que lucha duramente contra la corrupción policial. Y, aunque ya es un polar tirando a tardío, sigue sacando un jugo sabroso a esos recursos tan propios del género, como la fuerza visual de sus planos y la búsqueda de tensión en prácticamente todas las escenas de la película.

Otras películas del cine polar francés que son interesantes

Aunque el cine polar francés equivalía al policíaco galo de unas décadas concretas, se produjeron muchas películas y la gran mayoría de ellas muy interesantes. Por si no tienes suficientes con las anteriores y quieres profundizar más, aquí te dejo un pequeño listado de películas polares que también merecen la pena:

  • Voto decisivo (Le septième juré. Georges Lautner, 1962)
  • Max y los chatarreros (Max et les ferrailleurs. Claude Sautet, 1971)
  • Carne de perdición (Chair de poule. Julien Duvivier, 1963)
  • Muerte de un corrupto (Mort d’un pourri. Georges Lautner, 1977)
  • Serie negra (Série noire. Alain Corneau, 1979)
  • Arresto preventivo (Garde à vue. Claude Miller, 1981)
  • La diva (Diva. Jean-Jacques Beineix. 1981)

El legado del cine polar francés en el cine contemporáneo

El cine polar francés tuvo una repercusión significativa en el mundo del cine, no sólo en Francia sino en el resto de países. El énfasis en el estilo, el comentario social y el existencialismo ha influido en muchos cineastas, como Quentin Tarantino, Jim Jarmusch y Wong Kar-wai. El género polar también allanó el camino para el auge del thriller policíaco moderno, con su énfasis en las narraciones basadas en personajes y en técnicas narrativas poco convencionales.

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Uno de los ejemplos más evidentes de la influencia del cine polar francés en películas más modernas es la obra de Quentin Tarantino. En obras como Reservoir Dogs y Pulp Fiction, Tarantino rinde homenaje al movimiento polar incorporando sus elementos estilísticos característicos, como la narración no lineal, el realismo descarnado y los temas existenciales. Los personajes de Tarantino suelen ser complejos, imperfectos y moralmente ambiguos, como los protagonistas de las películas polares.

Del mismo modo, la obra de Jarmusch muestra una clara deuda con el cine polar francés. Las películas de este director independiente, como Stranger Than Paradise y Night on Earth, exploran a menudo temas existenciales y presentan personajes marginados que luchan por encontrar un sentido a sus vidas, bajo un uso de tomas largas, diálogos minimalistas y una fotografía preferentemente en blanco y negro.

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En el mundo del cine asiático, se ve el impacto del cine polar francés en Wong Kar-wai. Sus películas, como Chungking Express y In the Mood for Love, son conocidas por su impresionante estilo visual, su narrativa no lineal y sus temas de aislamiento y añoranza. La obra de este director comparte muchas similitudes con el movimiento polar, sobre todo en su énfasis en el estilo y los personajes por encima de la trama.

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En resumen, el cine polar francés ha dejado un legado significativo en la historia del cine mundial y ha influido en la cultura popular de muchas maneras. Espero que este artículo haya sido una introducción interesante y útil para aquellos que quieran profundizar en el género.

Agradezco sinceramente el tiempo que has dedicado a leer este artículo y espero haber cumplido con las expectativas. Si tienes alguna pregunta, comentario o sugerencia, por favor, no dudes en dejar un comentario en la página o compartir tus pensamientos conmigo en mi cuenta de Twitter.


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Comentarios

Una respuesta a «El cine polar francés: las mejores películas»

  1. Avatar de Gerardo axpeitia
    Gerardo axpeitia

    Dónde puedo accesar a las películas que recomiendas…

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