El rapto de Bunny Lake (Bunny Lake is Missing) es una película dirigida por Otto Preminger en 1965, y protagonizada por Lawrence Olivier, Carol Lynley, Keir Dullea, Anna Massey y Noël Coward.

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Tal vez El rapto de Bunny Lake no sea una de las películas más destacadas de la filmografía de Preminger, sobre todo por las flojas críticas que recibió en su estreno y el poco respaldo del público, pero en los últimos tiempos se ha consolidado como uno de los títulos a descubrir de su época, de su género y, cómo no, del director austriaco.

El rapto de Bunny Lake comienza de manera agradable, viendo y conociendo a Steven Lake (Dullea) y su hermana Ann (Lynley), que se están estableciendo en Londres, a donde han llegado recientemente desde Estados Unidos. Ann es madre soltera, y mantiene una estrecha relación con su hermano, que es quien le sirve de apoyo y ayuda económica, sobre todo en lo que respecta a la pequeña Bunny.

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Pero ante lo que parece el comienzo tranquilo y apacible de una nueva vida en una ciudad como Londres, rápidamente comienzan los imprevistos. Y es que, a la salida de su primer día de guardería, la pequeña Bunny desaparece, y ante la desesperación de su madre, parece que nadie sabe cómo ha podido ser, y por distintas circunstancias, tampoco nadie recuerda haber visto a la niña. Esto hace que el comisario Newhouse (Olivier), que en un clima creciente de tensión con los dos hermanos siempre mantiene la calma y la sensatez, se plantee como tesis principal la no existencia de Bunny, y que la joven Ann esté pasando por algún tipo de locura o depresión.

Es a partir de este punto donde comienza lo mejor y más interesante de la película, con unos cambios de ritmo y argumentales que, mientras seguimos intrigados por la pequeña Bunny, nos van apretando y enganchando eficientemente.

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El rapto de Bunny Lake puede presumir de un reparto realmente excepcional. De Olivier se pueden decir pocas cosas nuevas, y aunque su personaje no sea de los principales aquí, su sola presencia invade la pantalla y da buena muestra de la clase y talento que atesoraba el actor inglés. Lynley cumple muy bien su rol, y aunque su carrera no pueda estar a la altura de otras grandes estrellas, no desentona para nada en un papel que bien podría haberla llevado a la sobreactuación. Esto es algo en lo que, en algún momento sí que parece caer Dullea, aunque no llama demasiado la atención por el tono que va adquiriendo la película en determinados momentos. A Dullea, por cierto, se le ha visto casi siempre en televisión últimamente, aunque todos lo podemos recordar por su trabajo en 2001: Una odisea del espacio, de Kubrick.

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Una cosa curiosa, y que fue una pequeña moda en los años sesenta, es la aparición, tanto en los créditos, como en la película, del grupo musical The Zombies, uno de los más exitosos y representativos de la música británica en esos años. Fueron autores de la banda sonora, y aparecen actuando en la televisión del pub durante la escena en la que Newhouse y Ann están tomando una copa.

En conclusión, podemos decir que El rapto de Bunny Lake es una película muy interesante, especialmente para los amantes del género policíaco y de intriga, y muy agradable de ver, sin momentos de relajación ni aburrimiento, con ese típico estilo de Preminger y del cine británico de los sesenta.

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Un comentario

  1. Luis Betrán dice:

    Para Otto Preminger “El rapto de Bunny Lake” (Bunny Lake is Missing) es el punto de “no retorno”. Su obra, a partir de 1966, sin abandonar sus bien amados postulados cara a la taquilla – temas del momento, tratamiento “para toda la familia”, repartos de estrellas -, se estiliza formalmente, abandonando el virtuosismo – tan propio de los años sesenta – que le había colocado diez años antes en primera fila según la muy particular apreciación de filmidealistas que en este caso comparto. Lo malo para Preminger es que la inflexión en su obra, que se aprecia desde el citado 1966, es algo que más se identifica con la decadencia que con la serenidad, más o menos, asceta, a que llegaron otros colegas suyos de Hollywood de similar rango y en parecidas circunstancias.

    “Bunny Lake” es película de un hombre que se sabe en posesión de todos los recursos estéticos, y al que se cinismo todavía no ha llegado a la impregnación de sus imágenes. Preminger aborda por el camino de la fascinación lo que la acción – “Bunny Lake” es, más o menos, un thriller, un policíaco, un “noir”…….- le negaba. Considera que la emoción a través de los mecanismos propios del cine negro es insuficiente – ¡y que razón tiene! – y la sustituye por la acentuación de los elementos poéticos, creando, y aún superponiendo, un clima fascinante que difícilmente se suelda a una historia banal y para colmo mal contada. Pero Otto Preminger sabe hacer cine y su particular concepción de éste – tan coincidente con la crítica derechista de la época – brilla con autentica fuerza a través de las grises imágenes de “Bunny Lake”. Tan sobrias como la interpretación modélica de un Laurence Olivier exento de cualquier teatralidad.

    Para redondear su producto, Preminger añade un sentido del humor tan perverso como el de sus compañeros austríacos o alemanes (Lubitsch, Wilder), y que sabe que de alguna manera es un elemento que resulta necesario para que el paladar de la mayoría – siguiendo el ejemplo de Hitchcock – lo acepte.

    Pero como en la vida todo es imprevisible, el ya casi anciano de Viena vio como su conejito Lake no daba un dólar en las taquillas y que al gran público le era indiferente si el film era – que vaya si lo era – la culminación de un estilo que hasta había sostenido oportunismos como el de “El cardenal” aunque no “Exodo” o “Primera victoria”.

    Desde entonces las obras de Preminger fueron best-sellers a palo seco y acabaron desmoronando su prestigio hasta convertirlo en un recuerdo que agonizó entre malas historias de negros, sudistas, palestinos y terroristas. Pero de cualquier forma la frágil y hermosa figura de Carol Linley – que luego continuó siendo frágil pero no hermosa – podría resultar inolvidable a cuenta de problemas de suspense y también de reivindicaciones personales en plan feminista “avant la lettre”, filmados por un artista astuto y tramposo al que parecía gustar un cine – como a nosotros – clásico, elegante y poético. Un destello de la escuela vienesa antes de que el humor negro, la desilusión, el acusadísimo cinismo y, lo que es peor, el declive, borrara ese bello estilo en el cine del futuro.

    Saludos

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