Este chico es un demonio (Problem Child. Dennis Dugan, 1990) es la prueba de que una película puede parecer de todo menos una obra de arte y, aún así, permanecer en el imaginario colectivo como una de las películas que más veces hemos visto, que más nos han hecho reír y que seguimos tragándonos si la echan en la tele.
Podría decir que ya no se hacen películas así, porque es cierto, pero es que cada época tiene su estilo y probablemente, este estilo de comedia a caballo entre el cine familiar y el humor gamberro no tendría la misma acogida en la actualidad. Pero da igual, Este chico es un demonio no cansa y tiene muchas cosas muy interesantes que la convierten en una pequeña película de culto para muchos cinéfilos.
¿De qué va Este chico es un demonio?
Junior (Michael Oliver) es un niño que, debido a su carácter extremadamente travieso y problemático, va pasando de familia en familia y de orfanato en orfanato hasta que, finalmente, Ben (John Ritter) y su mujer Flo (Amy Yasbeck) lo adoptan.
No es un niño que esconda maldad, aunque hay algo dentro de él que le lleva a hacer una trastada tras otra. Además, al no haber conocido a su familia biológica, su único referente adulto es el de un asesino en serie, conocido como el asesino de la pajarita. Y esta prenda de vestir es la que él toma también como seña de identidad.
Ben y Flo tienen la ilusión de que el niño va a ser muy feliz y hacerles muy felices a ellos también, ayudándoles a entrar en un ambiente de jóvenes familias y un estatus más consolidado en su barriada. Pero Junior no termina de encajar en estos planes y mantiene su comportamiento tal y como su naturaleza de pequeño demonio le pide.
¿Por qué recordamos con tanto cariño Este chico es un demonio?
A caballo entre los 80 y los 90, décadas en las que el cine nos traía películas muy descaradas, el sentido del humor de Este chico es un demonio es reflejo de una generación en la que los críos nos divertíamos con ejemplos como el de Bart Simpson en Los Simpson (The Simpsons. Matt Groening, 1989) o Kevin McAllister en Solo en casa (Home Alone. Chris Columbus, 1990). Pero, en realidad, tiene un toque más casero, menos ambicioso que esta última, recordada como una de las más taquilleras de finales del siglo pasado.
El estilo de Dugan en la dirección resulta muy eficaz, gracias a la cámara que va acompañando a la acción de Junior constantemente, y a un montaje dinámico y juguetón que se apoya en una música potente, pegadiza y familiar a los oídos de los espectadores. Esto ayuda en la complicidad a la hora de sentirnos cómodos con las escenas más relevantes, en las que el pequeño Junior se comporta como el auténtico demonio que da nombre a la película y nos hace partícipes de sus travesuras.
Lo diferente con respecto al género equivalente en la actualidad es la ausencia de corrección política. Aquí hay insultos y clichés que no podrían rodarse hoy del mismo modo, pero ninguno de ellos resultaba extraño en una película del 90. Puede que esta película tenga un impacto emocional más fuerte para los de aquella generación gracias a estos aspectos, pero me temo que, tarde o temprano, puede que termine por pasar por la guillotina de la censura moderna.
El reparto de Este chico es un demonio
Aunque en el recuerdo todos tengamos principalmente el rostro del pequeño Michael Oliver, actor desaparecido del panorama profesional, el reclamo inicial y más importante era el de John Ritter, un actor ya consagrado que venía de protagonizar una de las series más divertidas de los años 80 en la televisión norteamericana: Apartamento para tres (Three’s Company). Seguramente, su presencia atrajo a mucha gente a las salas, y su rostro de inocente al que le suceden infinitas desgracias encajaba a la perfección en el papel de Ben.
Qué decir de Jack Warden, otro todoterreno televisivo, clásico en las pantallas de los norteamericanos desde los años 50 y tan experimentado en todo tipo de papeles que cumple a la perfección como ese viejo avaricioso y cascarrabias que es Big Ben.
También era bastante tópico el personaje de Flo, a quien Amy Yasbeck personifica sin ningún problema y con una caracterización que, sin arriesgarse para nada, resulta muy efectiva, como mujer superficial e interesada.
Pero sí, el pequeño Michael Oliver es el que se quedó con todos nuestros corazones cinéfilos gracias a su desparpajo y sus gestos tan conseguidos. Tengo que decir que, en España, influyó mucho el excelentísimo trabajo de la actriz de doblaje Eloísa Mateos, que le da un toque verdaderamente golfo, como a ella le gusta decir, al personaje.
Este chico es un demonio pudo haber sido muy diferente
Para el papel de Ben Healy, hubo otros candidatos antes de optar por John Ritter. Chevy Chase o Steve Martin fueron algunos de los nombres que estuvieron en liza, al igual que el de un todavía desconocido Macaulay Culkin para el rol de Junior. Pero los actores no fueron lo único que definió el resultado final de Este chico es un demonio.
La historia original se inspiraba en un caso real sobre un niño adoptado que tenía problemas mentales y tendencias violentas, y la intención de los guionistas tendía hacia una película de terror que pudiera compararse a La profecía (The Omen. Richard Donner, 1976).
Recepción y crítica de Este chico es un demonio
Este chico es un demonio no necesitó de un gran presupuesto para completarse. Como decía anteriormente, el estilo de esta producción era más doméstico que el de otras películas comparables, como Solo en casa, y tampoco tuvo una gran inversión en publicidad, a pesar de que algunos personajes icónicos como Darth Vader o Freddy Krueger participaron en su promoción.
De todas maneras, el debut en las salas no estuvo mal y, desde un presupuesto de partida de unos 10 millones de dólares, se lograron recaudar hasta 72 a nivel mundial. Esto fue la muestra de que el público agradecía una visión un poco más gamberra de las relaciones entre niños y adultos, sobre todo después de las comedias más tiernas que habían triunfado en esos años, como Tres soltero y un biberón (Three Men and a Baby. Leonard Nimoy, 1987) o Mira quién habla (Look Who’s Talking. Amy Heckerling, 1989).
La crítica periodística no la acogió ni mucho menos con el mismo entusiasmo. Este chico es un demonio fue catalogada como una película con un humor de mal gusto y desagradable por algunos de los especialistas más reputados y también tuvo problemas de índole más serio debido a algunas escenas y al planteamiento que proyectaba.
Algunas de las escenas en las que Junior maltrataba animales o la descripción de alguno de los personajes secundarios motivó las críticas de diversas asociaciones. Pero lo más serio fueron las protestas sobre el concepto de adopción de menores que se trataba aquí, tal vez de un modo muy banal, y que podía resultar doloroso o delicado para parte de la audiencia.
Estos problemas desembocaron en la censura de parte de su metraje en las consiguientes emisiones televisivas, en las que se llegaron a recortar hasta doce minutos de su duración total. Podemos llegar a entenderlo si consideramos que la política de calificación de edad podía suponer un grave problema para su emisión en los horarios más comerciales y en canales en abierto.
Pero también supuso que su salida en VHS supusiera todo un éxito y que, poco a poco, la película fuera adquiriendo un estatus de culto que aún hoy mantiene. De hecho, este éxito conllevó la producción de una secuela en la que también participaban Michael Oliver y John Ritter, y que también gozó de una simpática acogida, sobre todo en el mercado doméstico posterior.
Hoy en día, Este chico es un demonio no está tan presente en los canales televisivos como en aquellos divertidos años 90, pero se mantiene muy viva en la mente de muchos de nosotros gracias a un humor sencillo y sin complejos que, debido a la escasez actual, vuelve a sorprender en los visionados.
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