Funny games es una película del director austriaco Michael Haneke, estrenada en 1997, y famosa por el tratamiento que realiza de la violencia, sobre todo en la manera de involucrar o acercar al espectador.
Como casi todas las películas de Haneke, Funny games provocó grandes reacciones entre el público, y ayudó a que la fama del director creciera en ámbitos más amplios y en círculos más comerciales.
Anna (Susanne Lothar), George (Ulrich Mühe) y su hijo Georgie (Stefan Clapczynski) reciben en su casa una breve visita de dos chicos muy educados, supuestamente conocidos de un vecino, que se llaman Peter (Frank Giering) y Paul (Arno Frisch). Estos chicos, al principio con aparente torpeza, y luego con más voluntariedad, comienza a molestar y agredir a la familia, de manera constante y creciente, hasta que el clima se vuelve tan tenso que confiesan que todo se trata de un juego y una apuesta: a la mañana siguiente, los miembros de la familia habrán muerto.
Es difícil explicar la sensación que se tiene al ver esta película. Puede ser una mezcla de miedo, angustia, rabia, y ganas de tomar las riendas. Todo eso a la vez, y a veces perdiendo la consciencia de que no podemos tomar parte ni para ayudar ni para escapar. Es decir, nos acabamos sintiendo tan víctimas como la pobre familia, mientras Peter y Paul se ríen de ellos y de nosotros a la cara. Y esto último es literal. Las reglas del juego las han puesto ellos, y las modifican a su antojo, no para ganar ellos, sino para que no podamos ganar nosotros.
Funny games le hizo un hueco a Haneke entre esos directores especiales que vivían al margen de Hollywood, y aunque no fue una película que se distribuyera masivamente en los circuitos comerciales, el boca a boca le dio mayor visibilidad durante su distribución doméstica.
Finalmente, Haneke pudo cumplir su idea inicial de rodar la película en Estados Unidos, y, además, lo hizo con actores más conocidos para el público internacional, con un remake que estrenó en 2007 y que es tan parecido al original que muchos, como el que aquí suscribe, lo tildaron de innecesario. La única excusa es la de ver a otros actores más conocidos, como Tim Roth y Naomi Watts.
En conclusión, Funny games es una película muy recomendable, pero que seguramente haga a muchos sentirse incómodos. No por el exceso de violencia física, que la hay en buenas cantidades, sino más por la agresividad psicológica que proyecta. Pero insisto, si se puede elegir, mejor la versión de 1997.
me encanta, es posiblemente la película más desconcertante que he visto nunca, te deja helado y el cuerpo trastocado.
Efectivamente. La versión americana es dura también, pero la original es mucho más cruda si cabe.
Es una obra maestra de Haneke: el terror de verdad es el que te puede ocurrir, cuando el peligro está en tu propia casa. Y cuando tiemblas imaginándote qué harías si te ocurriera, de repente los secuestradores miran a la cámara y te hablan a ti. Espectacular.