Ipcress, o, como se conoce en su versión original, The Ipcress File (El archivo Ipcress), es una película inglesa de 1965, dirigida por Sidney J. Furie y protagonizada por Michael Caine y Nigel Green.
Harry Palmer (Caine) es un espía británico al que le encargan investigar sobre la desaparición de un científico, en lo que parece ser una trama bastante profunda sobre secretos y robos entre distintos gobiernos durante los duros años de la Guerra Fría. Pero Palmer, a pesar de tener el trabajo que tiene, no se ajusta a los tópicos. Es bastante apañado en sus tareas del hogar, sobre todo en lo que se refiere a la cocina, y también hace gala de un sentido del humor y una irreverencia que, si bien se pueden asimilar a un tipo de carácter muy británico, no parecen lo más frecuente en el mundo de los espías, de la policía, y de los investigadores secretos.
El carácter de Palmer es, en gran parte, un hilo conductor de la película, ya que a través de su personaje y su personalidad también se nos van presentando otros personajes, como el de Dalby (Green) y el de Ross (Guy Doleman), sus superiores, o el de sus compañeros Carswell (Gordon Jackson) y la atractiva Jean (Sue Lloyd). Gracias al contraste que se refleja entre el atrevido Palmer y el resto de caracteres, se aprende no sólo sobre cada uno de ellos, sino sobre cómo va a ir evolucionando la historia.
Con su ritmo, su música y su estilo típicamente sesenteros, Ipcress no puede evitar considerarse un buen ejemplo, casi arquetípico del cine de espías de los años sesenta. El hilo argumental nos va deslizando suavemente, sin que nos demos cuenta, hacia un abismo del que, bruscamente, tendremos que salir como espectadores, sin saber a ciencia cierta si tenemos que confiar en Palmer o no. Aún así, la interpretación de Caine hace que éste sea un personaje tan atractivo que nos dejamos seducir ciegamente, a sabiendas del riesgo, porque éste no es un espía al estilo de Bond.
Como muchos estaréis pensando, Ipcress no es una película excesivamente conocida. Es más, se podría decir que pasa desapercibida para muchos, tal vez porque el cine que dominaba en esos años era de otro estilo, porque, cuando se estrenó, Michael Caine aún no era la gran estrella que sería pocos años después, o porque se han escrito y dirigido tantas películas sobre espías que se puede pensar que ésta es una más. Tampoco es que su director, el ya veteranísimo Sidney J. Furie, haya cosechado grandes éxitos en todos estos años, y se puede asegurar sin ningún problema que ésta es una de las mejores películas de su extensa filmografía.
Pero Ipcress tiene algo en su esencia y en su apariencia que la hace una película tremendamente efectiva, entretenida e interesante. Éstos son tres adjetivos que no todas las películas pueden presumir de poseer, pero que sirven para demostrar que, sin necesidad de tener un presupuesto multimillonario, ni una taquilla masiva, ni tampoco ser una obra maestra, hay títulos que funcionan y que, aunque lleven un tiempo escondidos, merecen la pena. Seguro que no es la primera película, ni será la última, que sacas de un viejo estante y te llama la atención, aunque sea por la curiosidad de ver el Londres de los sesenta, o a Michael Caine de joven, para luego sorprenderte gratamente.