La naranja mecánica (A Clockwork Orange) es una película dirigida por Stanley Kubrick en 1971, y protagonizada por Malcolm McDowell, Patrick Magee y Michael Bates. Esta película, sin duda una de las más controvertidas no sólo de su director, sino también de la historia del cine, está inspirada en una novela homónima de Anthony Burgess publicada en 1962.
Alex DeLarge (McDowell) es un joven que lidera una banda de delincuentes sociópatas que van causando estragos en el Londres de 1995, aunque desde un punto de vista de los años sesenta. DeLarge es especialmente violento, y disfruta con cualquier acto de brutalidad física o sexual, que no duda en practicar siempre que tiene ocasión en compañía de sus amigos.
Con esta base argumental, Kubrick desarrolla una película que siempre será recordada por su extrema violencia y los impactos visuales que en el espectador produce. No cabe duda de la maestría del director a la hora de saber expresar e imprimir en imágenes los sentimientos de sus personajes, y aquí tal vez encontremos el epítome de su talento a la hora de combinar planos absolutamente impactantes junto con la música que tan solemnemente manejaba.
Repercusión de La naranja mecánica
Lo que Kubrick consiguió con esta película, sin duda fue seguramente más de lo que esperaba. Y no hablamos ahora en términos artísticos, sobre los que realmente se puede discutir de manera personal pero cuyo resultado es bastante notable para la mayoría de los aficionados y críticos. La repercusión que tuvo La naranja mecánica fue enorme debido a su alto contenido en sexo y violencia, y al tratamiento que se supone, o interpreta, se le da desde la dirección. De hecho, el propio Burgess llegó a renunciar a su vínculo con la novela, simplemente porque detestaba que lo identificaran con las imágenes que Kubrick había plasmado de La naranja mecánica.
En el Reino Unido, país donde precisamente se sitúa la acción de la novela y de la película, ésta estuvo prohibida, y no se estrenó en salas hasta el año 2000. De la misma manera, en Estados Unidos llegó a tener calificación de película X, aunque unos ligeros recortes de Kubrick hicieron que La naranja mecánica al menos pudiera obtener los permisos para ser exhibida en salas comerciales.
No hace falta decir que todas estas acciones de censura o prohibición, en parte comprensibles hace más de cuarenta años ante una película bastante dura y explícita, provocaron una impresionante curiosidad por parte del público, que acelerados por el morbo, rápidamente la alzaron a estatus de película de culto.
El número de entradas vendidas, a pesar de no ser una película con muchísimas copias en circulación, de nuevo le dieron un aura de director versátil y triunfante a Kubrick. La naranja mecánica había costado algo más de dos millones de dólares y lo recuperó con creces.
A día de hoy, y eso que han pasado ya muchos años incluso desde la muerte de Kubrick, La naranja mecánica sigue siendo una de esas películas icónicas, cuyas imágenes son reconocidas por casi todos los cinéfilos debido a lo característico de las escenas, de las indumentarias o de la música. Y, aunque Kubrick sea uno de los mejores directores de todos los tiempos, con unas cuantas obras maestras a sus espaldas que podrían estar por encima de cualquier película de otros directores en cuanto a calidad artística, tal vez sea La naranja mecánica la que más fama tenga. Y, al final, en el cine, como en muchas cosas de la vida, lo importante es que se hable de ello, ¿no?