La noche del cazador (The Night of the Hunter) es una película dirigida por Charles Laughton, allá por 1955, y protagonizada por Robert Mitchum y Shelley Winters. Es la única película de Laughton como director, y es una pena, porque es una película maravillosamente dirigida y, debido a su escaso éxito, Laughton decidió centrarse en su faceta como actor, por la cual es sobradamente conocido.
La noche del cazador nos cuenta la historia de Harry Powell (Mitchum) que, al salir de la cárcel, se dispone a encontrar un suculento botín que su antiguo compañero de celda había escondido. Para ello, se casa con su viuda (Winters) y comienza a investigar y a presionar a los dos niños, John (Billy Chapin) y Pearl (Sally Ann Bruce), para así descubrir dónde se encuentra el dinero.
A partir de aquí es donde empieza la noche del cazador, porque es donde ese falso reverendo que es Powell nos sumerge, con la inestimable ayuda de una espléndida fotografía, en un ambiente nocturno y oscuro, donde la luz es esperanza en presencia y miedo en ausencia. Y es en ausencia donde más sentimos la luz, que no llega, que está cerca, y que nos hace desesperar, a nosotros y a los niños, pobres niños, perseguidos por la lucha entre el amor y el odio, ambas palabras representadas en las manos de Powell, y que ya son todo un mito cinematográfico.
Y mientras la luz de la noche nos invade, a la vez que el miedo de sentirnos niños tanto o más que esos pobres indefensos, Mitchum se engrandece con una de las mejores interpretaciones que se recuerdan en el género del cine de intriga. Su rostro insensible y su mirada pétrea han constituido una marca tan expresiva que ahora nadie se podría imaginar que ese papel lo podría haber encarnado otro titán del cine clásico como Gary Cooper.
Lo que también es difícil de imaginar hoy en día es el escaso éxito que tuvo La noche del cazador. Ni la gente se vio atraída por el tipo de historia en las salas, ni tampoco la crítica le dio su respaldo. Éstas dos razones fueron cruciales a la hora de hacer que Laughton se retirara de la dirección. Y eso que tenía en mente nuevos proyectos, pero no le vio futuro a lo suyo detrás de las cámaras y prefirió mantenerse como actor.
Es de suponer, con tal recibimiento de público y crítica, que La noche del cazador fuera completamente ignorada por los festivales y galardones, pero si se desconoce ese dato, cuesta creer nadie se fijara en la grandeza que destila desde el principio hasta el final.
Actualmente, La noche del cazador está considerada como una de las mejores películas de la historia, con una fotografía que, apoyada en el blanco y negro, se ha confirmado como una de las características más distintivas de la película y que recuerda los mejores momentos del expresionismo alemán de los años veinte.
Quién sabe si, de haber sido más aplaudida en su momento, habríamos tenido alguna otra película de Laughton y, en caso afirmativo habría mantenido este nivel. Al menos, podemos decir que hizo una y lo bordó.
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