La ola (Die Welle) es una película alemana de 2008, dirigida por Dennis Gansel y basada en el libro La tercera ola, de Morton Rue (Todd Strasser). Ambas obras cuentan una historia real, sucedida en el año 1967, acerca de un experimento realizado por el profesor Ron Jones en California, sobre lo fácil que podría ser, para cualquier tipo de sociedad, caer en un sistema dictatorial.
Rainer Wenger (Jürgen Vogel) es un profesor de instituto cuyas ideas políticas se acercan más al anarquismo que a cualquier otra cosa, pero que tiene que impartir una clase a sus alumnos sobre los sistemas políticos, y convencerlos de que, a pesar de lo estable que pueda parecer una sociedad democrática, no es tan difícil dejarse llevar y terminar en un régimen fascista. Ante el escepticismo de sus alumnos, Rainer se dispone a realizar un experimento, y los organiza de tal manera que todos empiezan a dirigirse hacia él como un líder, y a comportarse como un grupo social, o político, diferente al resto.
No vamos a explicar cómo continúa la película, aunque os podéis imaginar que la historia en general pone los pelos de punta, sobre todo pensando en que es algo inspirado en hechos reales.
Lo que más impacta de La ola es lo cercano y real que sentimos a todos los personajes, e incluso situaciones. Sí, fue un experimento real, pero nos sigue pareciendo tan lejano y excepcional como la historia que narra. Y, también, sigue siendo una película, pero la clave está en trasladar la acción a nuestro tiempo y a una sociedad y unos chavales mucho más cercanos a lo que nosotros vivimos ahora, tan alejados como estamos en Europa de las dictaduras que surgieron hace siete u ocho décadas.
Hay que destacar también las buenas actuaciones que realizan algunos de los alumnos, rostros casi todos desconocidos y que sorprenden por su interpretación. Frederick Lau como Tim, o Jennifer Ulrich como Karo, simbolizan los puntos más extremos de reacción ante un experimento como éste, que se vuelve real e invade completamente la manera de pensar de los sujetos, casi como cobayas algunos, o los hace rebotar cual pelota de goma contra una pared.
Y es así como nos podemos sentir al final de la película, sin saber si después de tanto impacto visual y narrativo algo nos ha quedado de la lección que nos intentan enseñar, o si vamos a reaccionar con una gran negación. Porque a nosotros seguro que no nos podría pillar La ola, ¿verdad?
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