La vida es bella, y eso es algo que los amantes al cine solemos buscar en las películas. Encontrar el punto de vista optimista ante las dificultades, o la cara amable de las adversidades es una tarea reconfortante cuando nos la muestran en pantalla, ya que supone un apoyo moral y optimista, aun incluso cuando el final no es perfectamente feliz.
Y esto de que la vida es bella, con las mismas palabras, es lo que nos quiso demostrar Roberto Begnini en su película de 1997. La vida es bella (La vita è bella), protagonizada por él mismo, por su esposa Nicoletta Braschi y por el niño Giorgio Cantarini, es una de las películas más bonitas, aunque también tristes, que se han hecho en los últimos tiempos.
Su historia cuenta las andanzas de Guido Oferice (Begnini), un joven camarero de raíces judías en la Italia fascista de los años treinta. Guido conoce a Dora, una joven profesora, y conquista su amor gracias a su alegre y vitalista personalidad.
Unos pocos años después, ya a finales de la guerra y con el nazismo inmerso en toda Italia, Guido y su familia son llevados a campos de concentración. Allí, los separan y Guido esconde a su hijo para que esté con él y no lo maten. Pero, ante un presente tan complicado, y para que su hijo no tenga miedo ni sufra, Guido le explica a su hijo que todo es un juego, en el que los guardianes nazis son los malos, y el que gane se llevará un tanque auténtico a su casa.
Así, con esta piadosa mentira, Guido y su hijo soportan una de las más tristes experiencias en la historia reciente de la humanidad, mirando al lado brillante de la vida, como también dijeron los Monty Python en La vida de Brian.
A pesar de encuadrar la historia en un contexto tan dramático históricamente como los campos de concentración nazis, y que tradicionalmente estos asuntos se han llevado con mucha seriedad, como el caso de La lista de Schindler de Spielberg, Begnini optó aquí por darle otro toque. Y sí, lo consigue, ya que hay momentos en La vida es bella que verdaderamente sacan carcajadas.
Begnini, con su visión de la vida y su maravillosa interpretación, se llevó el Oscar a mejor actor, y La vida es bella ganó el Oscar a la mejor película de habla no inglesa en un año en el que bien se lo podía haber llevado en la categoría grande, y que fue uno de esos años en los que los Oscar nos parecieron injustos.
Pero ésa es otra guerra distinta que aquí no vamos a resucitar. De momento, preferimos pensar que la vida es bella y, también, verla contada por Begnini.