le llaman bodhi

Le llaman Bodhi

Hay películas que te marcan cuando empiezas a vivir tu vida cinéfila. Y muchas de ellas se convierten en películas muy importantes en términos personales, porque, cuando empiezas a vivir tu cinefilia es cuando empiezas a vivir tu madurez. Una de las que marcaron mis ambas fue Le llaman Bodhi (Point Break. Kathryn Bigelow, 1991) y seguramente no fuera ni por su calidad ni por su cercanía. Pero da igual.

Estoy casi seguro de que no soy el único al que le ha pasado esto. Somos unos cuantos los cinéfilos nacidos en el ochenta, años arriba o abajo, que, criados tanto en el videoclub como en la sala de futbolines, mamaron estas películas como una leche materna que nutría de tramas, personajes y giros necesarios para amar el cine.

Y, como tantos nacidos y crecidos a la vera del mar de los años noventa, el surf seguirá siendo una de las tramas más interesantes, emocionantes o emotivas. Aunque no haya habido neopreno pegado a la piel, siempre quedará el olor a sal, ¿verdad?

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¿De qué va Le llaman Bodhi?

Johnny Utah (Keanu Reeves) es un joven agente del FBI que participa en la investigación para encontrar a unos ladrones de bancos que son conocidos como los ex presidentes, porque cubren sus rostros con máscaras de los viejos mandatarios. Su jefe (Gary Busey) sospecha de una pandilla de surferos liderados por Bodhi, (Patrick Swayze), cuyo alto nivel de vida y caprichos solo puede estar sufragado por altos ingresos.

Para destapar esta trama, Johnny se infiltra entre los surferos, previo ligue de Tyler, una amiga de estos que le hace de profe (Lory Petty), y, por supuesto se hace colega de Bodhi. Sí, estaréis diciendo que todo es muy verosímil, que menuda trama y tal. Da igual, la cosa funciona. Son los 90, las historias no buscan tantas justificaciones y, sobre todo, los espectadores estábamos ansiosos por historias que nos entretuvieran de un modo rápido y espectacular.

A partir de aquí, siguen todos esos momentos que hoy parecen tópicos, pero que molaron mucho y siguen molando hoy. De hecho, y sin desvelar nada para los pocos que aún no la hayan visto –porque espero que la vean según acaben de leer esto–, hay alguna escena de esas que cualquiera podría tildar de absoluta fantasmada pero que forman parte de la terna de momentos cinematográficos que nos hicieron amantes del séptimo arte en su vertiente más palomitera.

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¿Por qué recordamos hoy a Le llaman Bodhi como una película de culto?

Seguramente, muchos de los que vimos Le llaman Bodhi en aquellos primeros años noventa la sentimos como una película muy disfrutable, muy divertida, muy de flipar. Pero en ningún momento pensábamos en nada más allá de esto, ni siquiera para clasificarla como película comercial, técnicamente notable o artísticamente dudosa.

Y ese estatus de película de culto que tiene hoy en día es, para los que así lo sentimos, debido a que no la vimos con mayores ojos que los de chavales que queríamos algo que nos hiciera vibrar. El mérito de Le llaman Bodhi es que, después de tres décadas, lo sigue haciendo. Es de esas películas que, por arte de magia –o de Kathryn Bigelow, que algo tendría que ver– mantienen una frescura y un olor a salitre que otras no son capaces, incluso con mayor reconocimiento de esa crítica que se aleja de este tipo de filmes.

Entre los aspectos que creo que marcan esa frescura y que tanto molaban antaño, se puede empezar por el punto divertido y canallesco de la banda de Bodhi. Viven como quieren, son unos atracadores cachondos e ingeniosos y, como seña de identidad, hacen surf, un deporte molón, de tíos intrépidos, con trajes de neopreno, pelo que tiende a oxigenarse y piel que tiende a broncearse.

Todos en forma, guapetes, con las chicas cerca… Vale, eran tiempos en los que no existía TikTok, pero estoy seguro de que lees esto y me entiendes. Eran unos malotes atractivos, algo que no existía en el Hollywood clásico y que el cine de los ochenta y noventa llevó a su máximo esplendor.

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El reparto también tiene mucho que ver. Sin duda, los dos protagonistas son actores que gozan de un cariño especial, sobre todo Patrick Swayze, al que ya no podemos disfrutar pero que, de algún modo, tenía el don de caer bien a gran parte del público.

Pero el carisma, además, viene con añadidos. Porque Swayze fue un actor muy valiente, que lo dan todo en cada escena de riesgo, y eso se nota. Ahí estuvo él en sus saltos desde el avión, o en las escenas de acción. Esta implicación también la tuvo el bueno de Reeves, a quien muchos reconocen hoy en día su bondad, pero que en aquellos inicios de los noventa era solo un actor prometedor al que aún le faltaba la confirmación definitiva.

Recepción y crítica de Le llaman Bodhi

Le llaman Bodhi tuvo una buena recepción en taquilla desde su estreno. Es verdad que no fue un bombazo, pero sí que tuvo unas cifras dignas por su atractivo, la fecha veraniega de su salida y por la atractiva historia que contaba.

Pero está claro que gran culpa de su éxito en las salas de cine se debió a lo exagerado de su propuesta. Como dije antes, aquellos eran unos años en los que las escenas de acción más espectaculares tenían toda la demanda del mundo y esto fue algo que Kathryn Bigelow supo ver. Porque, no lo olvidemos, Le llaman Bodhi no es una película de superhéroes ni de ciencia ficción y en cualquier visionado, sobre todo en pantalla grande, hay momentos de verdadera emoción e intensidad, rayando la locura.

Como suele suceder en estas producciones destinadas al gran público, la causa de su éxito comercial suele ser la comidilla de las críticas de los periodistas especializados. Hubo medios que la describieron como absurda y desmesurada, pero, en general, todos coincidían en que era tremendamente entretenida.

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Algunos de los críticos más reputados de la prensa americana, como Roger Ebert y Pete Travers, le dieron una nota generosa, destacando el modo en que Bigelow sacaba el mejor partido a la historia y los personajes. Es cierto que, de algún modo, el estilo de vida de Bodhi nos resulta tremendamente morboso y atractivo, y esta es la clave de que todo funcione, porque también le sucede a Johnny, a quien se le supone el héroe y con cuyos valores todos nos deberíamos sentir identificados.

Más allá de este mensaje, podríamos decir que Le llaman Bodhi solo funcionó del modo en que lo hizo por la mano de su directora. Ya en los 90 había voces que destacaban que, sin su saber hacer en las escenas de acción, la película podría haberse quedado en poco más que un reportaje de chicos guapos haciendo surf. Y esto es algo que se confirmó en 2015, cuando se hizo un remake de los que yo suelo considerar innecesarios y que, lamentablemente, no le llega ni a la suela a la original.

En la actualidad, podemos decir que es una de esas películas de los noventa que se pueden considerar referencia cultural de aquella década. No solo es que los que pudimos disfrutar del cine de aquella década en su momento la recordemos con cariño y admiración, sino que ha sido reconocida como tal en producciones televisivas y cinematográficas como Arma fatal (Hot Fuzz. Edgar Wright, 2007) o Los vengadores (The Avengers. Joss Whedon, 2012).

Si quieres dejarme tu opinión sobre Le llaman Bodhi, estaré encantado de leerte en la sección de comentarios, un poco más abajo, o a través de mi cuenta de Twitter, en la que comparto y debajo continuamente sobre cine y películas.

Un comentario

  1. Fran dice:

    Hola!
    Vengo de tu cuenta en Twitter, la reseña me ha parecido de lo más acertada. Por aquel entonces queme la cinta en VHS, ya he perdido la cuenta de las veces que la he visto.
    Saludos!
    Fran (@HGromek)

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