Hay frases que resultan tan ocurrentes que pueden dar mucho juego. Tanto como para encender la inspiración de algún guionista pícaro y sacar un peliculón como Los blancos no la saben meter (White Men Can’t Jump. Ron Shelton, 1992).
Lo de que los blancos no la saben meter es muy de baloncesto, pero sobre todo es propio de ese deporte callejero que se juega en Estados Unidos, muchas veces por parejas, en el que los negros demuestran su superioridad saltando, encestando e insultando, para goce y disfrute de los que sientan sus posaderas en las canchas de cemento.
¿De qué va Los blancos no la saben meter?
Por eso, cuando aparece un blanco como Billy Hoyle (Woody Harrelson) y demuestra que es un crack saltando, encestando e insultando, todo se vuelve patas arriba. Ni siquiera Sidney Deane (Wesley Snipes) le puede parar los pies ni la lengua, así que decide unirse a él para formar una dupla invencible y limpiar los bolsillos de todos los apostantes de Venice Beach.
El problema es que la pasta que sacan cada día se la pulen en la misma jornada, y ambos tienen compromisos que atender. Billy con su novia, que está deseando una relación más formal y que el blanco deje de saber meterla en la canasta. Sidney, porque su mujer quiere un lugar mejor para vivir con sus críos y alejarse de un estilo de vida que considera inmaduro e insuficiente.
El reparto de Los blancos no la saben meter
Una de las cosas que más atrae ahora mismo de Los blancos no la saben meter es la pareja protagonista. Woody Harrelson tiene mucho tirón, y no se le puede negar un talento especial para los personajes que combinan humor, picardía, acción o incluso romance. A Wesley Snipes lo relacionamos más con el cine comercial clásico de los 90, de acción y humor, y con algunos títulos de culto que lo han elevado a los altares.
El contraste, que ellos mismos comentan en la película con la coña de somos ébano y marfil (Ebony and Ivory), incluso recordando al clásico de McCartney y Jackson de unos años antes, funciona muy bien. También podríamos imaginar cómo habría funcionado la película con los otros actores que estuvieron en la terna, como David Duchovny, Denzel Washington, Charlie Sheen o Keanu Reeves. Personalmente, creo que el resultado final habría sido bastante diferente y me conformo sobradamente con lo aquí visto.
Pero toda película, incluso las buddy movies al desuso como esta, necesitan de algo más de chicha de fondo. Aquí, son las mujeres respectivas las que nos la traen. Rosie Pérez y Tyra Ferrell le dan un buen empujón al equilibrio emocional de la peli. Ron Shelton, guionista y director, compensa con los personajes femeninos toda esa testosterona que sueltan los machotes en la cancha. Además de los mates y los insultos, los muchachos tienen que responder en sus hogares, y tienen delante a unas señoras mujeres, muy bien interpretadas, que aportan mucha más profundidad a las historias, a los personajes y, en el fondo, a la vida que nos enseña.
Una película con más fondo del que parece
No quiero pecar de superficial, pero en esta película creo que vienen muchos más mensajes de los que parece a primera vista. Y sí, el título puede llevar a engaño, no solo en España, que mantiene el doble sentido de la jerga original, sino porque esto no trata solo de competir y engañar.
Los blancos no la saben meter empieza siendo un teatro de pícaros que juegan a vacilar y a ganar apostando, y termina siendo un golpe de realidad y madurez. Billy tiene que enfrentarse a su complejo de Peter Pan y dejar el vicio de las apuestas y las provocaciones, y Sidney necesita dar un salto más grande que el de las canchas para que su familia pueda tener una situación mejor. El problema es que están enganchados al básquet para avanzar en sus vidas.
Pero lo mejor de todo es el final. Puede que sea uno de los mejores finales de película jamás escritos. No voy a decir ni bien ni mal, ni feliz ni cruel. Es, simplemente, tal cual. Y como tal lo asumimos, recordando las gorras de cada uno de ellos, aparentemente inocentes, punzamente picaronas y finalmente sinceras.
Recepción y crítica de Los blancos no la saben meter
Los blancos no la saben meter se estrenó a finales de marzo de 1992 y su reconocimiento por parte de la crítica y del público fue casi inmediato. De hecho, se estima que su presupuesto fuera de alrededor de 31 millones de dólares, y la recaudación a nivel mundial fue de casi el triple, solo en cines.
Este éxito llevó a los productores y a Ron Shelton a acercarse para una posible secuela, pero el acuerdo se malogró cuando esas cifras tan altas también los enfrentaron en los tribunales, con una victoria para el director, con la que se embolsó 10 millones.
Entre los críticos profesionales, es conocida la devoción de Roger Ebert, cuya opinión favorable pudo ayudar al éxito a medio plazo de Los blancos no la saben meter. Pero no fue el único, e incluso muchas voces señalan a Stanley Kubrick como un gran seguidor de esta película.
Hoy en día, casi tres décadas después de su estreno, tengo la impresión de que Los blancos no la saben meter ha quedado un poco en el olvido, sobre todo para las nuevas generaciones. Por suerte, mantiene una gran frescura y es una de las opciones más recomendables para todos aquellos que busquen una película noventera en lo que se refiere a tono, estilo y combinación de géneros.
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