Mad Max empieza bien. Ya sólo con el título, sabemos que hay algo con fuerza ahí. Porque esa sonoridad puede hacer referencia a que el protagonista, Max (Mel Gibson), se vuelve loco (Mad), o que vayamos a presenciar una película de locura máxima. Y no defrauda. Son las dos cosas. Max se vuelve loco, contagiado por tanta locura a su alrededor.
Y, aparte de eso, también empieza bien porque una película que va de coches, motos y persecuciones, no puede tener mejor comienzo que una gran huida de un malo malote con la policía detrás, pisando a fondo, y muchos destrozos por el medio.
En el fondo, la película va de eso, pero con un buen traje por encima. En un futuro deprimente y descontrolado, los delincuentes campan prácticamente a sus anchas por las carreteras, haciendo y deshaciendo a su antojo, y desafiando directamente a los policías que les persiguen. Y no se cortan un pelo, como hacen los malos en este tipo de películas, así que no se les ocurre mejor cosa que prender fuego al mejor amigo de Max, Jim (Steve Bisley), por lo que nuestro querido protagonista decide vengarse y acabar con ellos, sin piedad.
Mad Max es, en definitiva un western, pero esta vez en los desiertos australianos en lugar de los norteamericanos, y con motos en lugar de caballos. Así lo dijo su director, George Miller, principal artífice del éxito de esta película, que contó con muy poco presupuesto y también con una escasa promoción al principio. Pero no sólo dando forma a un universo distópico que ya se ha convertido en una seña de identidad, sino con una maestral sutileza a la hora de evitar los momentos más crudos de la acción, lo cual casi impacta más que si fuera todo explícito.
Pero no olvidemos que la acción y la violencia más duras, aunque alejadas del primer plano cinematográfico, siguen presentes, sobre todo en la persona de Max, que puede engañar con ese rostro juvenil y casi inocente que tiene Mel Gibson en la cinta, aunque ya no lo hace tanto cuando se pone la chupa de cuero y coge el coche.
El éxito de Mad Max en su país le abrió las puertas a la distribución internacional, y lo que parecía un modesto empujón en Estados Unidos, acabó por ser un taquillazo monumental, llegando a recaudar más de cien millones de dólares, frente al menos de medio millón invertido en producirla. Casi nada. Por eso luego llegaron dos secuelas, sin duda inferiores aunque también exitosas. Y, de propina, está previsto que este año se estrene una precuela, aunque esta vez sin Mel Gibson de fondo. Al menos no es un remake.
3 comentarios
Me ha encantado desde siempre esta peli. Me acuerdo de los domingos por la noche o las tardes del sabado que siempre la ponian. Muy buen analisis.
Muchas gracias. Lástima que ahora haya que buscar un poquito más para ver películas como ésta en la tele.
Sin duda es un peliculón y muestra de lo mucho que se puede conseguir sin demasiados medios técnicos. La secuela no está a la altura