A la hora de hablar de directores de culto, de los que realmente han hecho cine de calidad a pesar de sus batacazos de taquilla y crítica, merece la pena destacar a uno de los grandes incomprendidos de su época: Sam Peckinpah.
Debido a los numerosos fracasos comerciales y a los enormes problemas que tenía con los productores, Peckinpah solía decir que sus películas no eran del todo suyas, ya que siempre terminaban cortadas o censuradas. Pero, en este sentido, hay una excepción, que es la que queremos presentar aquí: Quiero la cabeza de Alfredo García.
Tras la pobre acogida de Pat Garret y Billy el niño, Peckinpah comenzó rápidamente a preparar su siguiente trabajo. El problema es que ya había perdido la confianza de las productoras, y su difícil carácter le complicaba también la tarea de conseguir la financiación necesaria. A pesar de todo, se fue a Méjico y, con un presupuesto muy reducido, logró rodar una película que por fin era una obra completamente suya.
El argumento encaja perfectamente con el tipo de cine de Peckinpah: una joven perteneciente a una familia adinerada de Méjico se queda embarazada y su padre, al que se conoce como El Jefe, pide la cabeza del preñador, que responde al nombre de Alfredo García. Bennie, un pianista de mala muerte, se apunta al encargo junto a un par de cazarrecompensas, y pronto averigua que el susodicho Alfredo García ya ha muerto, y también descubre dónde está enterrado.
A partir de este punto, Peckinpah ofrece una generosa dosis de su característica violencia, pero esta vez sin interrupciones a su creatividad. Bajo su dirección, incluso las escenas más violentas parecen tan justificadas como necesarias para reflejar el verdadero espíritu de lo que pretendía expresar.
El papel protagonista está interpretado por Warren Oates, actor mítico de la época. Oates interioriza de cabo a rabo la psicología de Bennie, y también las exigencias de Peckinpah para éste. No en vano, ambos habían trabajado juntos previamente en Grupo Salvaje, otra de las películas imprescindibles del director y también tachada de violenta y sangrienta en su día.
El duro rostro de Bennie tras sus gafas oscuras es lo más representativo cuando se habla de esta obra, pero también su antagonista, el Jefe, interpretado por el gran actor mejicano Emilio Fernández, es bastante representativo. Como curiosidad off-topic, cabe decir que fue él quien, en su juventud, sirvió como modelo para la estatuilla de los premios de la Academia, también conocidos como Oscar.
Otro papel fundamental es el de Isela Vega, en la piel de Elita, o los de Robert Webber y Gig Young, como los cazarrecompensas. Kris Kristofferson también aparece en la película, pero su personaje, a pesar de ser relevante en la trama, goza de pocos minutos en pantalla.
Quiero la cabeza de Alfredo García no será la única película de Peckinpah que el Pelicultista analice en este blog, pero ha sido la primera, precisamente, por ser a la que el mismo director se refirió como la más pura de sus creaciones. Y aunque hayan tenido que pasar décadas para que obtenga un justo reconocimiento, para nada se puede decir que haya envejecido mal. Un abrazo para Peckinpah, y otro para Oates.
Una de las grandes películas de la ira condicionada.