Rififi es una de las mejores películas del cine francés. Y eso son palabras mayores. En una época en la que el país galo deslumbraba al mundo entero con una colección de filmes de categoría suprema, Rififi tiene un lugar destacado.
Adscrita a ese subgénero del cine negro llamado cine polar francés, que tantas tardes de disfrute nos ha regalado, la obra cumbre de Jules Dassin lo tiene prácticamente todo. Unos personajes muy atractivos con grandes desafíos por delante y, sobre todo, dos momentos inolvidables, que hacen que uno valore con mayor exigencia el resto de títulos coetáneos y de su género.
¿De qué va Rififi?
Tony le Stéphanois (Jean Servais) es un ladrón que sale de la cárcel después de una condena de cinco años. Sus viejos colegas le ofrecen un nuevo trabajo, muy interesante en términos económicos, pero él se niega, ya que quiere reconducir su vida junto a su antigua novia. Sin embargo, ella no le ha esperado y se ha convertido en la amante de otro gánster, lo que lleva a Tony a retractarse y aceptar ese trabajo con sus amigos.
Todo parece salir bien, pero uno de los miembros de la banda de Tony se queda con un anillo de diamantes para su novia y, a causa de este pequeño detalle, todas las miradas se fijan en ellos.
Lo que puede parecer una trama más o menos clásica de cine negro, con ladrones, mafiosos y policías, tiene muchas más capas de profundidad. Y es que Dassin, cuyos sentimientos estaban a flor de piel tras la caza de brujas a la que fue sometido en Hollywood, aborda aquí una historia de amistad, de traiciones, de fidelidad y de honor con una eficacia maravillosa.
Una visión distinta del género
Los personajes más arquetípicos del cine negro clásico suelen parecer inalcanzables. Al menos, en términos sentimentales. Fríos, duros, implacables. Son muchos los epítetos que se le han adjudicado a los protagonistas de películas como El halcón maltés, Sueño eterno o Retorno al pasado.
La profundidad y la humanidad que Dassin confiere a los personajes principales es algo que llamó la atención a gran parte del público y los entendidos. De hecho, el mismo André Bazin destacó ese aspecto de esta película que, a diferencia de lo que podría parecer a priori, le aporta un gran valor a la misma.
No fue el único crítico que la valoró positivamente, ya que a ambos lados del Atlántico se vio a Rififi como una película innovadora y potente. Algunos hasta la calificaron como brutal, sobre todo por ese impresionante acto final que, incluso hoy, permanece impactante.
El que no vio tantos aspectos positivos en Rififi fue Jean-Luc Godard, quien la consideraba menor a otros títulos de la época, como Bob el jugador (Bob le flambeur), de Jean-Pierre Melville, y No toquéis la pasta (Touchez pas au grisbi), de Jacques Becker.
Rififi desde el punto de vista actual
Estas líneas se escriben más de seis décadas después de su estreno y, si bien se puede decir que no es la película clásica más conocida, no caigo en ningún error si digo que es una de las mejor valoradas. La mayoría de los aficionados al cine –sobre todo al cine clásico y cine negro– concuerdan en que estamos ante un título imprescindible. Incluso los más reacios a ver cine antiguo reconocen que es un producto lleno de entretenimiento y momentos realmente emocionantes.
El hecho de que Rififi fuera considerada una película violenta en su día no quiere decir que hoy llame la atención en ese aspecto. Sí que lo hace si la comparamos con sus coetáneas, pero no es una película complicada ni difícil para un espectador acostumbrado al actual cine de acción, bélico o de suspense.
Pero lo que más se valora es la mano de Dassin a la hora de lograr una historia tan cohesionada, con unas escenas tan brillantemente dirigidas y montadas y haberlo hecho todo con, literalmente, cuatro duros. Seguramente sea porque, con Rififi, se vuelve a cumplir aquel dicho de que, a falta de presupuesto, se estimula la creatividad.
Deja una respuesta