Escribe una película en una semana, ruédala en un mes y móntala en otro. Aunque tengas mucho dinero, son unos plazos muy ajustados. Sólo unos pocos talentos son capaces de hacer algo semejante. Pero éste fue el caso de Sexo, mentiras y cintas de vídeo (Sex, lies and videotapes), de Steven Soderbergh.
Lo que supuso Sexo, mentiras y cintas de vídeo para el cine independiente
Estrenada en 1989, esta película significó el primer paso para que el cine independiente comenzara a adquirir prestigio también entre el gran público. Los numerosos premios que consiguió, sobre todo la Palma de Oro en Cannes, dieron un gran empuje a todo un sector que, hasta entonces, vivía aislado de los círculos comerciales. Esto, hoy en día, puede sonar inverosímil, sobre todo porque ya no se depende de las cadenas distributivas convencionales, y lo que no se estrena en las salas, está disponible por otras vías. Pero hace no tantos años, o pasabas por el aro, o estabas fastidiado.
Como nota curiosa, de gente que sí estaba bien fastidiada de verdad, hay que decir que Sexo, mentiras y cintas de vídeo estaba en plenas exhibiciones durante la caída del muro de Berlín. Los berlineses del este, atraídos por lo que pensaban que iba a ser porno occidental, acudieron en masa a verla al cine, aunque, como podemos suponer, no vieron el tipo de cine que pretendían.
Las dificultades del casting de Sexo, mentiras y cintas de vídeo
Sexo, mentiras y cintas de vídeo fue la primera película de Soderbergh, y también la que le catapultó a la fama. Con un presupuesto muy ajustado, de poco más de un millón de dólares, y tras haberla escrito durante un viaje de ocho días, Soderbergh consiguió la participación de actores como James Spader (Graham) y Andie MacDowell (Ann), a pesar de las trabas que se encontró con diversos representantes artísticos. Pero su guión, aunque a priori controvertido, llamó la atención de mucha gente y gracias a ello consiguió poner en marcha un proyecto muy personal. Tanto, que incluso la elección de Spader como protagonista fue algo llamativo para la época ya que, hasta entonces, se había caracterizado por papeles más secundarios o de villanos.
La elección de MacDowell, en cambio, fue más por empeño de la propia actriz, a la que le había encantado el guión. Lo mismo sucedió con Laura SanGiacomo (Cynthia), a la que su agencia le recomendaba no participar en esta obra, más cuando actrices como Jennifer Jason Leigh habían rechazado participar en el proyecto. El cuarto actor en discordia es Peter Gallagher (John), que accedió al papel también un poco de rebote, al no poder Soderbergh convencer a Timothy Daly. Éstos no fueron, ni mucho menos, los únicos actores famosos que se vieron vinculados y tentados para trabajar en Sexo, mentiras y cintas de vídeo. Otros como Elizabeth McGovern o Brooke Shields, para los roles femeninos, y David Duchovny o David Hyde Pierce, en los papeles masculinos, entraron en las quinielas, aunque al final no cuajaron. Algunos, como éste último, puede sonar verdaderamente extraño, ¿verdad?
¿De qué va Sexo, mentiras y cintas de vídeo?
La historia se centra en estos cuatro personajes: Ann y John están casados. Ella parece que vive una vida poco entusiasta, y él se muestra frío y distante con ella, pero no con su hermana Cynthia, con la que está liado. Entonces, Graham vuelve a la ciudad y se queda en casa de Ann y John mientras encuentra un lugar para vivir. Un día, Graham le confiesa a Ann que es impotente, pero que le gusta grabar a mujeres hablando de su vida íntima ante la cámara. Aunque a Ann esto le escandaliza, también le atrae la personalidad de Graham. A partir de aquí, comienzan a desencadenarse acontecimientos que tratan, como el título de la película, de sexo, mentiras y cintas de vídeo.
Seguramente no sea una gran obra maestra, ni tampoco uno de los mejores títulos del cine independiente. Pero lo que nadie puede discutir de Sexo, mentiras y cintas de vídeo es que marcó un antes y un después en el cine contemporáneo, y nunca está de más volver a echarle un vistazo. Solo por la influencia y lo que significó, ya merece estar en la videoteca de mucha gente. De hecho, a pesar de que muchos críticos actuales la desprecien actualmente, no es extraño verla en las típicas listas de películas que hay que ver antes de morir y similares. Tanto es así que el American Film Institute, que algo sabe de cine, la incluyó en su lista de 400 mejores películas americanas de todos los tiempos. Sí, 400 pueden parecer muchas, pero no todo el mundo puede colocar su ópera prima en una lista semejante. Soderbergh lo hizo con Sexo, mentiras y cintas de vídeo. ¿Por qué no darle, al menos, una pequeña oportunidad a una de las mejores películas del cine independiente de los 80?