Sueños de un seductor (Play it again, Sam) se podría haber llamado también Sueños de un cinéfilo. La trama consiste en los problemas de Larry (Woody Allen) para conquistar a una mujer después de haberse divorciado, y las ayudas que recibe de un matrimonio amigo (Tony Roberts y Diane Keaton) así como los consejos del Humphrey Bogart de Casablanca, o mejor dicho Rick Blaine (Jerry Lacy) para seducir a las muchachas que va conociendo. Por eso digo lo de sueños de un cinéfilo, porque Larry no es un seductor, sino un cinéfilo cuyas fantasías son convertirse en ello, y las proyecta a través de uno de los mejores seductores de la historia del cine.
Sueños de un seductor está inspirada en una obra de teatro escrita por Woody Allen e interpretada por los mismos actores que la película. El éxito de ésta, con el tono tan característico de humor que suele mostrar el neoyorquino, hizo que Herbert Ross la llevara al cine, algo completamente excepcional y que se debió a las dudas del propio Allen para tomar las riendas del proyecto. Después de esto, Allen dirigiría todas sus propias películas, una al año desde entonces, y algunas con enorme éxito no sólo de público, sino de crítica.
Pero en lo que a Sueños de un seductor se refiere, ya vamos viendo los rasgos característicos del cine de Allen y, también de sus historias y personajes. Aunque aquí no hay demasiados, y se nota que la historia está concebida para el teatro, ya se ven esos varones demasiado metidos en sus preocupaciones, y esas mujeres con ganas de ser conquistadas y atendidas. Por supuesto, Allen hace de Allen y Keaton hace de la mujer que le enamora, que no será otra que esa atractiva y, a la vez, insegura fémina que cae rendida por un hombre sincero en sus dudas y traumas.
Son explícitos y, sin caer en lo adulador, los homenajes que hace al cine clásico, también frecuentes en muchas de sus obras y reivindicadas a lo largo de su carrera. En este caso, sobre todo a Casablanca, a la que no sólo hace referencia visual en los primeros compases de la película, sino que también homenajea con un final completamente inspirado en ella.
Si Sam la tenía que tocar otra vez, Woody Allen tendría que escribirla otra vez, actualizada o, por qué no, dirigirla. Pero no creo que Allen sea de los que caigan en los remakes, sobre todo porque su mente privilegiada para la escritura y creación de historias está aún tan viva a sus casi ochenta años que mantiene vigente el ritmo de película anual con cintas que aún triunfan, gustan y sorprenden. Más de cuarenta años después, sigue conservando ese talento, o esa fórmula casi secreta de proporcionar entretenimiento y arte sin renunciar lo más mínimo a su estilo.