Terciopelo azul (Blue Velvet) es una película de David Lynch estrenada en 1986 que, como muchas de las películas de este director, rápidamente se convirtió en un título de culto.
La facilidad con la que Lynch nos transmite la existencia de un mundo oscuro en medio de una sociedad supuestamente normal y corriente es algo que sigue impactando, décadas después, a todo el que vea y se deje fascinar por esta obra.
Jeffrey (Kyle McLachlan) se encuentra una oreja humana en el suelo y, tras la sorpresa inicial, la lleva a comisaría. A partir de ahí, se va adentrando en un mundo que desconocía, a pesar de saber inconscientemente que estaba allí. La hija del policía encargado del caso, Sandy (Laura Dern), le conduce a una cantante, Dorothy (Isabella Rossellini), que supuestamente está involucrada en el caso de la oreja.
La curiosidad de Jeffrey hace que éste se cuele en el apartamento de la cantante y allí descubra el placer y el poder de observar, de ser testigo y de participar de alguna manera en ese universo tan morboso que le muestra Dorothy, y también el psicópata de Frank (Dennis Hopper).
Terciopelo azul no fue una película que agradó de primeras, sobre todo a la crítica, aunque esto es habitual en muchas películas de Lynch y, también, en muchas de las obras que posteriormente son consideradas de culto. Vamos, que pocos podrían haber acertado la importancia que se le da hoy en día a esta cinta, con críticos que incluso la consideran una de las obras más influyentes de las últimas décadas en el cine norteamericano.
Y es que esta idea de observar y presenciar una realidad distinta pero existente es algo que le venía rondando la cabeza a Lynch desde años antes, pero aún no había podido llevar nunca a cabo. En esta ocasión, tuvo suerte de que, a pesar de exigirle un recorte presupuestario, los productores le dieron plena libertad en todas las fases del proyecto, y por eso consiguió plasmar la historia tal y como había querido.
Además de todo esto, es de agradecer la presencia de Dennis Hopper, en lo que fue el relanzamiento de su carrera tras unos años realmente complicados, tanto profesionalmente como personalmente.
Pues sí, Terciopelo azul es una película que hay que ver. Puede gustar o no gustar, porque tiene mucha fuerza y da para mucha reflexión, tanta como uno quiera. Pero eso suele pasar cuando las películas no son simplemente palomiteras.