Una jornada particular (Una giornata particolare) es la película más conocida y apreciada de Ettore Scola. Y esto, aunque no lo parezca, quiere decir mucho, porque la filmografía de este director no se puede considerar, precisamente, mediocre.
Si aún no has tenido la oportunidad de verla o si, de otra manera, te apetece profundizar un poco más en su visionado, voy a tratar de explicarte aquí por qué Una jornada particular es digna merecedora de tantos reconocimientos a día de hoy.
¿Qué nos cuenta Una jornada particular?
En mayo de 1938, época de pleno auge del fascismo en Italia, Hitler visita la capital del país. Roma se viste con sus mejores galas para recibir al líder alemán y son miles los italianos que se preparan para acudir a las marchas y festividades que se celebran con tal motivo.
Antonietta (interpretada por Sophia Loren) es una madre de familia muy volcada con su marido y sus seis hijos. No le queda mucho para conseguir formar una familia numerosa, y se muestra dedicada a complacer a todos los que habitan alrededor suyo.
Y esto lo muestra, más que nunca, en una jornada particular como ésta, en la que cada uno de los miembros de la familia va a formar parte del gran evento que hermana a los nazis alemanes con los fascistas italianos y al que ella también quiere ir, pero, abnegada por su deber maternal, renuncia.
Lo que no espera es que el día tan doméstico que tiene por delante, en realidad, vaya a ser aún más particular que si fuera al desfile. Todo comienza cuando su maina, un pájaro doméstico y parlanchín, se escapa por la ventana, y tiene que pedirle ayuda a Gabriele (interpretado por Marcello Mastroianni), que es el único vecino que permanece en el edificio, además de ella y la portera. Aquí es donde empieza la jornada más particular de estos personajes.
El fascismo arrollador
Aunque, actualmente, se nos llene la boca con las palabras fascismo y antifascismo, hace falta ver películas como Una jornada particular para entender lejanamente qué suponía esto. Por supuesto, también, para no banalizar el concepto y equipararlo a situaciones que no tienen nada que ver con aquello.
Scola lo retrata muy bien, yendo de fuera a dentro, desde lo general hasta lo concreto. El fascismo penetraba y no solo se veía en las calles con los desfiles militares y en los balcones con las banderas bien estiradas. Era algo que se enseñaba en las familias y en las escuelas. Era un pensamiento único sobre el que no cabía duda. Desde el padre y el maestro hasta el niño más pequeño, todos eran fascistas o no eran.
Y esto es lo que pasa con Gabriele, que no es. Un tipo con un trato genial, educado, divertido, rebosante de alegría y energía, y también de sinceridad y de libertad. Pero que no era afín al fascismo, y esto termina suponiendo su condena civil. Los vecinos le marginan, le echan del trabajo y lo único que le queda, además de su bondad natural, son los libros. Su personaje es la representación perfecta de por qué hay que aborrecer todo tipo de fascismo o, sobre todo, de por qué no hay que olvidar qué era realmente este tipo de ideología y gobierno.
Lo que pasa dentro y lo que pasa fuera
El edificio de viviendas en el que transcurre la historia es muy significativo. Llama la atención desde el primer momento y esto tiene que ser muy deliberado. Scola lo escogió por ser paradigma de una arquitectura y construcción poderosa de la que tanto presumió el régimen fascista en Italia. Son edificios que parecen adelantados a su tiempo por el estilo y las comodidades que ofrecían, y que se alejan a las otras viviendas públicas que se construyeron en aquellos años o en los posteriores en otros países de Europa.
Pero estos edificios, que son la fachada de la Roma fascista, escondían historias personales por detrás. Por eso Scola se aleja de las manifestaciones y algarabías. Solo las muestra a modo documental al inicio de la película y deja en manos de la locución radiofónica el resto de esa historia.
Aquí lo que importa es lo que sucede de puertas para dentro. Lo que sucede en la vida real, en la que no es postureo y gregarismo político. Aquí, lo que manda es el flechazo inmediato entre Antonietta y Gabriele. Es un amor imposible, no hay por dónde cogerlo. Pero es un amor tan puro que nos enamora a todos los demás que estamos presentes.
La relación de los protagonistas en Una jornada particular
Este amor puro pero imposible podría parecer increíble a la mayoría de los espectadores de la época, sobre todo italianos. Y también a los conocedores de una Sophia Loren y un Marcello Mastroianni que, cada uno a su manera, rompen con los estereotipos que tantas veces habían encarnado y por los que eran admirados internacionalmente.
La Loren, esa belleza mediterránea, tremendamente atractiva, con fuerte carácter y rasgos irresistibles, aquí aparece retratada como una madre ama de casa cansada, dedicada a los demás y que no tiene tiempo para arreglarse lo más mínimo. Y da igual, nos sigue gustando, pero es el personaje opuesto al que tanta fama le dio.
En el caso de Mastroianni, todavía resulta más exagerada la oposición. De ser siempre el galán con matices pícaros que trae por la calle de la amargura a todas las mujeres y a todas quiere, aquí es un hombre homosexual que agradece la compañía y lo demuestra con gestos cariñosos, con ganas de comprensión, como un pajarillo herido que busca cobijo en alguien que no le juzgue como le están juzgando la mayoría de sus conocidos y convecinos.
Recepción y crítica de Una jornada particular
Hay que reconocerle a Scola que tuvo mucho valor con esta película. Es de esas películas necesarias, pero que no todo el mundo se atreve a abordar y que, sobre todo, no todo el mundo tiene el talento necesario para ejecutarlas del modo adecuado.
¿Y cómo es el modo adecuado? Siendo justo y siendo honesto, como lo es él aquí. Su mensaje de vergüenza retrospectiva es directo, como un puñal en el corazón, y esto provocó un fuerte impacto en el momento de su estreno.
Pero, como es natural, la crítica no solo aplaudió su valentía en la crítica al vergonzante pasado de gran parte de los italianos, sino que también reconoció vivamente la calidad y el talento al trasladar la historia a la pantalla.
Pasó como nominada por varios festivales, como el de Cannes, y también en los Premios de la Academia de Hollywood, como candidata por Italia a mejor film en lengua no inglesa. No ganó, pero lo que sí se llevó fue el Globo de oro y el Premio César. Hoy en día, creo que el reconocimiento es todavía mayor que entonces.
Una jornada particular es una película que ha envejecido de maravilla, en la que los minutos pasan volando y que, a pesar de contar con prácticamente solo dos personajes tratando el uno con el otro a modo casi teatral, se hace divertida, emotiva y entrañable de manera automática.
Por último, si te gusta el cine italiano de esa época, te recomiendo que te pases por el artículo en el que hablo de la filmografía de Bertolucci.
Un comentario
La vi ,pero la vería muchas veces ,como cabaret,son obras maestras ,donde se da un mensaje de vida ,humano