Llevo mucho tiempo pensando en hacer una reseña de Uno, dos, tres y parece que, por fin, me he decidido a ello. Un poco empujado por todos aquellos que me siguen en twitter y que han votado por ella, pero también por la necesidad de expresar con mis palabras lo que esta película me hace sentir.
Uno, dos, tres (One, Two, Three) es una de las películas más geniales de Billy Wilder y, por alguna razón, carece de la fama de otras de sus mejores obras. Pero yo la considero una película especial en su filmografía porque recoge unas cuantas de las características más destacadas de sus películas que había ido diseminando sutilmente en las anteriores.
A lo que me refiero con esto es que Wilder tiene otras cuatro o cinco películas con más fama o prestigio, así a nivel general. Sí, sé que es difícil destacar cuando eres una película de Billy Wilder, porque la competencia es dura. Pero tengo el capricho de reivindicar la calidad excelsa de Uno, dos, tres y voy a tratar de hacerlo aquí con todas mis ganas.
Sinopsis de Uno, dos, tres
Estamos en plena Guerra Fría, primeros años 60, y en el corazón de Berlín. Allí, un alto ejecutivo de Coca-Cola, C. R. MacNamara, está negociando para introducir esta bebida en la Unión Soviética, como parte de su ambicioso plan para llegar a la cumbre de la empresa en Europa.
Pero, mientras va dejando pasar unas y otras cosas a su alrededor, siempre con el éxito profesional en mente, recibe una llamada de su superior, comunicándole que su hija va a ir a Berlín y que él será el encargado de vigilarla durante su estancia.
El problema es que la chica es un poco más rebelde de lo que MacNamara espera y desea, y se casa con un joven comunista de la Alemania Oriental. Cuando las cosas no podían ir peor, su jefe le llama avisándole de que va a viajar con su esposa desde Estados Unidos, para recoger a su hija en Berlín.
De nuevo, la genialidad de Wilder
Uno, dos, tres es una nueva vuelta de tuerca a la visión de Wilder sobre las comedias. Sin duda, estamos ante el talento de un genio incomparable a la hora de plantear historias cómicas y que, a la vez, toquen temas importantes, de vigencia en su momento y con trascendencia a lo largo del tiempo.
Si el entrenamiento de Wilder fue escribir guiones de algunas de las mejores comedias durante sus primeros años en Hollywood, como fueron Ninotchka (Ernst Lubitsch, 1939) o Bola de fuego (Ball of Fire. Howard Hawks, 1941), su salto al terreno de la dirección hizo que subiera todavía más el listón.
De sus primeras películas, siempre se destaca más las obras titánicas como Perdición (Double Indemnity, 1944) o El crepúsculo de los dioses (Sunset Blvd. 1950). Pero es cierto que pronto se soltó con geniales comedias, de las que destaco, sobre todo, Con faldas y a lo loco (Some Like it Hot, 1959) y El apartamento (The Apartment, 1960).
Las comedias de Billy Wilder
Cuando hablo de la genialidad de Wilder, me refiero a que había ido tocando distintos géneros, sacando obras maestras de algunos de ellos, y llevaba dos años consecutivos presentando comedias supremas. Pero muy distintas entre sí. Con faldas y a lo loco es una comedia divertidísima, en la que parodia el género de los gánsteres y provoca carcajadas a prácticamente todos los públicos.
El apartamento, por su parte, es una comedia dramática de primer nivel, pero tiene un matiz muy serio y una crítica afilada a las relaciones de abuso y poder que se establecían en muchas empresas. Sí, esto sigue vigente hoy en día.
Y, por fin, llegamos a 1961, cuando Billy Wilder espera estrenar Uno, dos, tres y cuando, a la vez, se levanta el Muro de Berlín. Este acontecimiento influye en la producción de la película, pero también influye en la historia mundial del siglo XX.
Y ahí está Wilder, atento para atrapar el momento y plasmarlo para la eternidad. Eso sí, sin dejar pasar la oportunidad de volver a clavar su colmillo en Alemania y los alemanes, de paso.
Uno, dos, tres: la comedia rápida
Después de sus ejercicios de perfección cómica con esas dos películas anteriores, a Wilder le apeteció hacer una comedia que tuviera un ritmo inapelable. Le apeteció y lo consiguió.
Lo bueno y lo malo de Uno, dos, tres es su velocidad. Lo bueno, porque va a todo ritmo, no hay espacio para el aburrimiento y el humor que ofrece es desternillante. Lo malo, porque casi no hay tiempo para disfrutar de un chiste o un comentario, porque el siguiente llega casi al instante.
Es un no parar de situaciones cómicas y, la verdad, hay segundos y terceros visionados que permiten descubrir cosas nuevas que antes no se habían podido apreciar. Este humor de alta velocidad contrasta enormemente con El apartamento, estrenada tan solo unos meses antes, y es la guinda del pastel del humor que Wilder preparó.
Sí, hubo otras comedias después, maravillosas también, pero creo que Uno, dos, tres marcó el punto más álgido y que conforma una trilogía inigualable con sus dos predecesoras.
El reparto de Uno, dos, tres
Una de las claves de lo bien que funciona Uno, dos, tres es la elección de su elenco. No es perfecto, pero es muy acertado. Sobre todo, en lo que se refiere al actor encargado de ejercer el papel protagonista: James Cagney.
Para muchos, era un actor del que ya no se podía esperar nada sorprendente. James Cagney lo había dado todo, James Cagney ya había participado en sus mejores películas, James Cagney… Pero estaban todos equivocados.
La tensión, la premura, la agilidad que impone es perfecta para el tono que Wilder quería imprimir a la historia. Pero, además, también deja la sensación de que pocos actores podrían haber hecho este papel y conseguido este efecto.
Las sensaciones son un poco más agridulces con lo que respecta al otro personaje masculino con relevancia, encarnado por Horst Buchholz. Pero puede que esa sensación influya positivamente en el conjunto de lo que la película pretende transmitir.
Del resto de personajes, solo caben palabras entrañables. Mención especial para ese magnífico trío de personajes femeninos que forman Pamela Tiffin, Arlene Francis y Liselotte Pulver.
La crítica de Uno, dos, tres
Cuando nos enfrentamos a las comedias de Wilder, vemos críticas muy duras, muy afiladas y mucho más eficaces si cabe que en otras películas más serias. En este caso, como dije antes, el momento resultó perfecto para lo que tenía pensado.
El Muro de Berlín supuso el símbolo en el que dos estilos de vida se delimitaban y a Wilder esto le sirvió para dejar sus notas sobre cada uno de ellos. Es obvio que a la parte totalitaria le sacude más, y algunos puntos son de auténtico homenaje a lo que se veía, preveía y retrató su maestro y amigo Lubitsch. De ahí que sus tres personajes soviéticos sirvan como homenaje a aquellos comisarios de Ninotchka.
Pero tampoco es complaciente con otros aspectos del estilo de vida americano más exagerado. Nadie, ni siquiera él, oculta que el capitalismo occidental le ha proporcionado grandes bonanzas. Pero hay, sobre todo había, algunos aspectos que son más que caricaturizables. Y eso es lo bueno y lo que hace que Wilder permanezca, con películas como ésta, más de medio siglo después.
Recepción y crítica de Uno, dos, tres
Uno, dos, tres no fue una película exitosa en taquilla. De hecho, el balance de las cuentas no resultó positivo. Se puede decir que Uno, dos, tres tuvo la mala suerte de estrenarse en un momento complicado y, probablemente, adelantada a su tiempo.
Tampoco su humor inteligente, afilado y rápido era el más atractivo para el gran público, que en momentos de tensión política preferían entretenimientos más fáciles. Esto, hablando de Estados Unidos. Porque en Europa, y sobre todo en Alemania, esta película resultaba bastante difícil de digerir. Y no fue hasta pasados los años 80 cuando su prestigio comenzó a corresponder a su calidad.
Uno, dos, tres solo obtuvo una nominación a los Oscar y apenas tuvo relevancia en otros certámenes sobre cine a nivel internacional. Algo que puede sorprender, pero que tiene sus razones.
Lo que importa es la sensación que desprende hoy en día. Uno, dos, tres es de las películas de Billy Wilder que mejor han envejecido. No solo se mantiene, sino que ha mejorado con el paso de los años.
Esto se debe a que sucedió durante unos momentos verdaderamente importantes, los cuales retrata, pero lo hace con la tranquilidad y la distancia que corresponde a las grandes obras. Eso es lo más complicado, tener algo presente y alejarse para que las opiniones resulten objetivas y equilibradas.
Después de todo esto, solo me queda decir que creo que Uno, dos, tres se merece estar en el podio de Billy Wilder. Trata temas de relevancia histórica, los ataca desde el momento en que suceden de un modo que resulta eficaz en la actualidad y lo hace a través de un humor inteligente, unos diálogos trepidantes y una historia muy divertida.
Si quieres darme tu opinión sobre Uno, dos, tres o recomendar alguna película similar, solo tienes que comentar aquí o a través de mi cuenta de twitter.
Deja una respuesta