Videodrome es algo demasiado duro, demasiado real. No quiero, James Woods, que te metas en algo así de duro. Ya sé que te va lo heavy, porque años después te has metido en Padre de familia a tope, pero… estás seguro?
Llevar un canal de televisión, con los tiempos que corren, sabemos que es difícil, aunque tu tema sea de unas cuantas décadas antes. Pero, el fondo, el mercado televisivo sigue siendo oferta, demanda y audiencia, ¿verdad? ¿Estás dispuesto a arriesgar tanto sólo por Videodrome?
David Cronenberg escribió y dirigió esta película en 1983 dando un paso adelante en sus propuestas visuales y dramáticas. Tanto que, a día de hoy, que ya tenemos todo demasiado visto, nos seguimos sintiendo intimidados por la fuerza con la que nos llega esta historia.
Max Renn (James Woods), dirige un canal de televisión cuyo espectro es una audiencia marginal, no estrictamente comercial, sino morbosa, aficionada a las escenas violentas y sexuales. Algo que, hoy en día, sigue suscitando debate entre los críticos y la audiencia, pero que en los años ochenta era incluso vanguardista. Puede que no tanto en los Estados Unidos, donde el mercado televisivo siempre ha estado mucho más avanzado que aquí, pero sin duda es un asunto que alcanza al debate sociológico, filosófico y económico de la naturaleza televisiva. Todo fluctúa entre lo que puede ser arte, entretenimiento y, sobre todo, negocio.
Sin duda, el hecho de que Max conozca a Nicki (Deborah Harry), la cual está más que deseosa de introducirse en el mundo que expresa Videodrome, hace que éste termine metiéndose en algo que, inesperadamente, conlleva una serie de alucinaciones tan reales que ni el protagonista, ni los expectantes espectadores sabemos distinguir de la realidad. Al menos, de esa realidad que nos muestra la ficción de Cronenberg. Sí, de nuevo, el director nos lleva a su terreno. Mérito suyo, maldito sea, y suspiramos al final a menos que nos hayamos quedado dormidos y nos sumerjamos en sus sueños que tal vez sean pesadillas. ¿Son sus juegos y sus jugos realidad o ficción? ¿Cuál es el juego? No lo sabemos, pero, en el fondo, decidimos qué es lo que queremos creer que vemos.
Videodrome, no la película, sino el programa que quiere comprar Max, no deja de ser una serie de vídeos estilo snuff, de lo más real posible, que tienen el poder de provocar alucinaciones en la gente que los ve, y no les deja escapar. Acabas siendo víctima de lo que se supone que iba a ser el objeto de tu disfrute.
Pero asúmelo, tú no eres Max Renn y no deberías verlo. Videodrome es, definitivamente, una secuencia de imágenes que te va a cambiar. Y ahora sí estoy hablando de la película. Tú decides.